Redacción Quito
La solidaridad no es un valor que se queda solo en buenas intenciones en la iglesia de la Inmaculada Concepción de Iñaquito. Ahí, más de 80 voluntarios participan en nueve proyectos de labor social y tres servicios de apoyo.
Hace siete años Juana Vázquez, una vecina de Iñaquito, empezó repartiendo platos de comida en el comedor social de la iglesia. Hoy, Vázquez es la coordinadora del proyecto del comedor social. “Esa iniciativa personal por ayudar a otros se vuelve un compromiso de vida”.
A las 12:30 de ayer, el olor a seco de pollo y a colada de sambo atraían el olfato en el comedor de la iglesia. Vázquez ingresó en el proyecto por recomendación de su amiga, Cristina Espinosa, quien participaba como voluntaria. Mientras iba y venía con bandejas de comida, Mónica Ortega explicaba que ella también se involucró por pedido de su amiga, Rosario Calderón, quien entonces lideraba el grupo de voluntarias de Iñaquito.
Sentados en las largas mesas del comedor, los niños solo tenían palabras de agradecimiento para con las “señoritas”. Desde hace cinco años, Éric y Alejandro Vásquez, de 7 y 10 años, llegan todos los días a las 12:30. “La comida es rica y la gente es muy buena”.
En el comedor los dos hermanos también encontraron buenas amistades, como la de Kevin Rodríguez, quien además es compañero de Éric en la escuela fiscal República de Bolivia.
La paciencia y el cariño por los niños es una de las principales motivaciones de las mujeres que atienden el comedor. “Hemos visto crecer a muchos niños aquí. Y cuando alguno de ellos tiene un problema también nos afecta porque les tenemos cariño”, dijo Susana Santamaría, voluntaria desde hace seis años.
Pero el tiempo que da una persona no es suficiente, afirmó Mercedes Villacís, coordinadora de proyectos. “Me di cuenta que hay que ponerse en los zapatos del otro y vivir esa experiencia”.
Ese compromiso y el sentido de solidaridad de las personas con buena voluntad son una de las satisfacciones del padre Antonio Velasco. Eso y el aporte económico de personas e instituciones privadas -dijo el sacerdote- ha permitido diversificar la oferta de servicios y planes de apoyo a los más necesitados.
Además del comedor, el programa de asistencia Caritas, lleva adelante un programa de asistencia a niños con capacidades especiales, del que se han beneficiado 130 menores. Un programa de salud con más de 8 000 casos atendidos, una bolsa de empleo, un centro de apoyo familiar, el programa una mano amiga para mujeres de escasos recursos el programa de acogida y talleres de capacitación que son autofinanciados por la propia comunidad.