El 19 de noviembre, hace 47 años, falleció uno de los más grandes hombres del siglo XX, el insigne maestro Alfredo Pérez Guerrero. Nació en Ibarra y de pequeño se trasladó a Quito, donde estudió en la escuela de El Cebollar, en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Central, allí se doctoró con la tesis Ecuador, que se transformaría en su primer libro de lectura obligatoria.
Fui uno de sus últimos discípulos, tal vez el más cercano, y recibí su sabiduría, su afecto y su amistad. Fue profesor del Colegio Mejía, profesor y decano de la Facultad de Jurisprudencia y Rector de la Universidad Central, seguramente el más ilustre, dignidad que dejó el 7 de septiembre hace 50 años, cancelado por la dictadura militar que intervino la universidad, de la que fue el más grande defensor de su autonomía y de educar con libertad. Fue senador por la Educación, Ministro y sobre todo fue maestro que regó por doquier su moral prístina y jamás cedió un ápice de su socialismo libertario y profundamente humanista.
Cuando el país marchaba a tientas, cuando el rumbo de nuestro destino cruzaba abismos y sombras, cuando la política dependía del capricho de un tirano, su voz altiva y vibrante se hacía escuchar aun a costa de su libertad y su vida.
Vive Alfredo Pérez Guerrero y vivirá siempre; su palabra y presencia, son guía y camino para un Ecuador anhelante de democracia y libertad. Mi homenaje a él y a su universidad ultrajada.