En esta propiedad, ubicada en La Colmena, ocurrió el crimen. Foto: Eduardo Terán/ EL COMERCIO
Los familiares de Manuel C. tienen dos sospechas: que quienes lo mandaron a matar pudieron ser sus propios sobrinos y que la pelea empezó en un hornado solidario al que asistieron el sábado pasado.
Manuel falleció ayer, miércoles 18 de noviembre del 2015, a los 49 años. Vivía en La Colmena desde hace 40 y fue asesinado en su vivienda, frente a su familia, en un crimen feroz en el que participaron unos 40 agresores, según lo cuentan varios parientes, que dijeron haber estado presentes cuando todo ocurrió. Aunque el parte policial habla de unos 15 desconocidos.
Uno de sus familiares estuvo en Medicina Legal la mañana de este jueves 19 de noviembre. Y su relato parece el de uno de los casos de asesinatos de series televisivas, en los que los agresores llegan en varios vehículos y armados con palos, cuchillos, pistolas y arremeten con todo.
Una vecina de Manuel incluso distinguió que miembros del grupo cargaban pistolas eléctricas. “La mayoría eran jóvenes, unos no pasaban de los 16 años. Había mujeres y llevaban pistolas”.
Sus familiares lograron huir y esconderse junto a sus hijos y esposas en una habitación, mientras afuera todo era disparos, vidrios rotos, gritos y más violencia. La hija de Manuel y su esposa también se ocultaron en un cuarto. Lograron atrancar la puerta con un armario. Estuvieron en silencio mientras el padre se enfrentaba con los agresores.
“Yo los vi. Eran sus sobrinos y unos hombres (un grupo juvenil) quienes llegaron a la casa y lo mataron”, recuerda su pariente. Él sostiene que durante el hornado solidario, realizado en el barrio Corazón de Jesús, unas cuadras más arriba, ya con tragos encima, empezó una pelea. “Un señor golpeó al yerno de Manuel y él lo defendió. Hubo golpes y amenazas”.
La víctima tenía cinco hermanos y tuvo problemas con los hijos de su hermana menor. Incluso la mañana de ayer puso una denuncia en la Policía por las amenazas que recibió, pero esa misma noche fue asesinado.
Los familiares de la víctima se quejan de la supuesta falta de seguridad, pese a las continuas llamadas de auxilio. Los vecinos de Manuel también se refieren a la demora de la atención de emergencia. Un sobrino de la víctima, un niño de 10 años, logró escapar en medio de la balacera y correr hasta la Unidad de Policía Comunitaria, cuentan los vecinos.
“Imagínese: entran, matan y se van como Pedro por su casa, mientras nosotros y nuestros hijos nos escondíamos debajo de las camas.”, dijo un vecino.
Otro vecino de Manuel trató de ayudarlo. Él se plantó en la puerta, que da un callejón que conduce a la casa de la víctima, para así impedir el paso. “Me dijeron que para qué me meto en problemas, me empujaron y entraron unas 40 personas”.
Ya en la casa abrieron fuego en el interior del patio. La pesada puerta metálica del ingreso fue derribada por los sospechosos. En el interior es todo caos. Con dificultad se puede caminar en el callejón que da a la casa. Hay vidrios de cerveza rotos, orificios en las paredes, ventanas destrozadas y una mancha de sangre en medio del patio.
El sobrino de Manuel, quien primero fue identificado como su hijo, recibió un disparo en la mejilla que comprometió parte de su oído. Ahora se recupera en una casa de salud.
Manuel tenía esposa y tres hijos. Trabajaba como vendedor ambulante de hortalizas. Ayer, antes de la balacera, sus vecinos lo vieron trabajar todo el día en su patio; rellenaba los cuerpos de unos monigotes que pensaba vender en el Fin de Año. “Era un hombre pobre, pero trabajador. No queremos que los criminales queden libres”, dijo un vecino.
La familia pide que se haga justicia. Los vecinos exigen seguridad. El cuerpo de la víctima será enterrado en el cementerio de San Diego.