Este es el centro de monitoreo sísmico y volcánico del Instituto Geofísico, ubicado en el sexto piso de la Escuela Politécnica. Foto: Pavel Calahorrano/ EL COMERCIO.
El despertar del volcán Cotopaxi, en 1976, marcó el inicio del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional. Esa reactivación no terminó en erupción, pero fue determinante por dos aspectos.
Primero, la NASA instaló los dos primeros instrumentos de monitoreo del coloso. Fueron un sismógrafo y un inclinómetro. Segundo, el vulcanólogo Minard Hall y sus estudiantes Hugo Yepes y Patricio Ramón comenzaron su larga relación con este y otros volcanes y con los fenómenos sísmicos.
Los dos primeros crearon el Geofísico con la idea de generar información científica de las amenazas naturales. Pero el concepto se amplió luego de que 20 000 personas murieran por la erupción en Colombia del nevado Ruiz en 1985.
Los colombianos desarrollaron un sistema de prevención, que trascendió a Ecuador. Es un concepto que plantea que desde la ciencia se puede hacer prevención, para actuar sobre la vulnerabilidad y no sobre el desastre. “Ese pensamiento empieza a calar en nosotros y nuestra idea de aprender de las catástrofes y de implementar esas acciones se hacen más fuertes”, recuerda Yepes.
Bajo esa premisa, en 1988 y en el 2004 se elaboran la segunda y tercera ediciones del mapa de las zonas de peligro del volcán Cotopaxi ante una eventual erupción. El primer mapa fue hecho en 1977 por Hall y dos colegas extranjeros. Ese mismo año, Ramón desarrolla su tesis sobre la sismicidad del volcán.
Antes de finalizar los 90 se hicieron mapas de otros volcanes: Cuicocha, Pichincha, Pululahua, Quilotoa, Imbabura, Cayambe, Antisana y Tungurahua. Todos fueron entregados a las autoridades locales e instituciones nacionales para que utilizaran ese conocimiento en el desarrollo de las zonas no expuestas o de menor impacto al peligro, o para que estas amenazas se incluyeran en los planes, asegura Yepes.
La reactivación del Cotopaxi demuestra lo contrario. No se entiende -dice Yepes- que se haya construido tanta infraestructura pública y privada a lo largo de las cuencas del volcán. “Fueron mapas pensados en la planificación nacional. No por ser un país tan sísmico o volcánico se puede decir no me desarrollo; hay maneras de minimizar el riesgo”.
La vulcanóloga Patricia Mothes agrega: “Nunca hubo discusión de los mapas y una de las razones es porque no hay memoria institucional. Estamos más de 25 años, hemos hecho la difusión, recorrido el volcán (Cotopaxi), pero cada vez que se cambia de autoridades se empieza de cero”.
Yepes atribuye a que a la prevención es vista como una cultura de la reacción. También está lo político. Eso pasó con el Tungurahua, pues en cada campaña electoral había el temor de volver a empezar desde cero si llegaban nuevas administraciones municipales.
Pese a ello, destaca las buenas prácticas de las comunidades del Tungurahua, donde la cultura de prevención ha sido impermeable al cambio político. Allí conocen y actúan, llegue o no la ayuda paternalista.
Ese resultado resalta el exalcalde de Baños, José Luis Freire. “Con el Geofísico hemos aprendido a saber qué son los sismos, la caída de ceniza, los vigías dejan de ordeñar para tomar la radio y reportar lo que pasa con el volcán. Quien nos enseñó eso fue el Geofísico”.
Y pese a ese aporte, el centro de monitoreo de ese volcán funciona en una casa prestada por una familia. “Una entidad que se dedica a monitorear las amenazas no tiene una casa y más recursos”.
El jefe del Cuerpo de Bomberos de Patate, Javier Jaramillo, cuantifica que el aporte del Geofísico es el 99% del 100%. “Ellos pusieron el sistema de alerta temprana, han capacitado a la gente sobre los volcanes y comparten experiencias”. Jaramillo fue llevado a Carchi para que ayudara a instalar el sistema de alerta en los volcanes Chiles y Cerro Negro. “Es un trabajo silencioso”.
Mario Ruiz, director del Instituto, detalla que toda la información científica, obtenida de la red de los modernos equipos que tienen, ha sido difundida.