El excanciller Helmut Kohl (centro) y su esposa, Maike Ritcher Khol, en Fráncfort, Alemania. Foto: Boris Roessler / EFE
¿Dónde quedaron los ‘paisajes florecientes‘ que el canciller democristiano Helmut Kohl prometió a los ciudadanos de la extinta República Democrática Alemana (RDA) en 1990?
25 años después de la caída del Muro de Berlín, las diferencias entre las dos Alemanias siguen siendo palpables. Si bien es verdad que el este de Alemania tiene una nueva cara gracias a una inversión pública sin precedentes, hace tiempo que los ‘ossis’ -como se conoce popularmente a los habitantes del este- dejaron de creer en el prometedor futuro augurado por Kohl, algo que incluso el propio ex canciller admitió que fue ‘producto de la euforia’.
“Somos un poco más pesimistas que el gobierno respecto a la situación económica en el este”, reconoció recientemente el experto en esa región del Instituto Económico alemán Ifo, Joachim Ragnitz, durante un encuentro con los periodistas extranjeros en Berlín. “Veinticinco años tras la caída del Muro (9 de noviembre de 1989) el este sigue estando por detrás. La distancia entre las dos Alemanias se ha mantenido prácticamente constante en los últimos años”, indicó.
La renta pér cápita de la antigua RDA supone actualmente un 66% de la del oeste (43% en 1991) y su nivel de productividad corresponde a tres cuartas partes del nivel del oeste (76 por ciento). “Lo positivo se encuentra en el mercado laboral donde la tasa de desempleo se ha reducido a la mitad desde 2005”.
La tasa de desempleo en la antigua RDA pasó del 18,7% en 2005 al 9,4% de agosto de 2014, lejos aún del 6% del oeste.
“No somos muy optimistas respecto al futuro, pero tampoco hay que caer en el pánico”, reconoció el experto. “La política debe hacer algo, pero la pregunta de qué hacer es difícil porque ya se ha probado realmente todo”.
Desde la reunificación alemana el 3 de octubre de 1990, un total de 1,6 billones de euros fueron a parar al este en forma de inversiones. “Ahora ha llegado el momento de replantearse las necesidades”, indicó el economista jefe del banco de crédito KfW, Jörg Zeuner.
Desde el Ifo destacan el problema de la calidad de la mano de obra. “Debemos invertir en el sistema de educación. Al igual que en investigación, desarrollo e innovación”. A pesar de estas cifras, el presidente del Instituto de Investigación Económica DIW, Marcel Fratzscher, insiste en que en ningún país las regiones son completamente iguales. “Incluso en el mismo oeste de Alemania existen grandes diferencias por regiones”.
Pero, más allá del plano económico, ¿cómo ha evolucionado la población? En el plano demográfico, el este padece hasta hoy los efectos de la migración. Desde 1990, Alemania del este ha perdido un 13,5% de su población. Al mismo tiempo, tras la reunificación, la tasa de natalidad en el este se redujo a la mitad en los primeros cinco años.
No obstante, posteriormente aumentó hasta alcanzar el nivel del oeste que actualmente se mantiene constante en 1,4 niños por mujer. Quien vivió en la RDA no puede olvidar cómo era esa época. Más allá de costumbres de los antiguos ciudadanos del este como su pasión, por ejemplo, por el nudismo, o el hecho de que muchos hablen ruso, una de las grandes diferencias fue y sigue siendo el papel de la mujer.
“La RDA tiene mujeres nuevas”, escribió en la revista “Emma” en 1990 la famosa feminista alemana Alice Schwarzer. “Hay más mujeres con trabajo, están más cualificadas y son más políticas”, indicó.
La igualdad de derechos de la mujer en el este estaba presente ya en la primera Constitución de la RDA. Sin embargo, había razones económicas para ello. Debido a la huida de parte de su población hasta la construcción del Muro (perdió un 14 por ciento), se necesitaba la mano de obra femenina.
En 1989 un 90% de las mujeres del este trabajaban a tiempo completo. Asimismo, una de cada cinco familias de la RDA estaba compuesta sólo por una madre y sus hijos. El socialismo encumbró a estas madres solteras como “héroes de la historia”. Esto contrastaba con el oeste regido por un ideal de familia conservador: aún en 1960 los niños de madres trabajadoras recibían las burlas de sus compañeros y eran compadecidos por sus profesores.
Sin embargo, lejos de copiar el modelo del este se decidió seguir el del oeste. Veinticinco años después las diferencias siguen siendo palpables: tres cuartas partes de las mujeres del oeste tienen una jornada reducida frente al 46% de las del este.
Una de cada cuatro mujeres del este es madre soltera, frente al 17% de sus vecinas. Y a pesar de que la posibilidad de encontrar un trabajo en el este es más reducida que en el oeste, un 56% de las madres solteras trabajan a tiempo completo, mientras que en el oeste sólo una de cada tres lo hace.