Reuters
Chile redobló el martes sus esfuerzos para llevar ayuda humanitaria a millones de personas que quedaron en la calle por el poderoso terremoto y los tsunamis, mientras se extendió el toque de queda en la segunda mayor ciudad del país ante una ola de saqueos.
Con su furia, el sismo de magnitud 8,8 derrumbó el sábado edificios y arrasó con puentes y caminos en el centro y sur del país, dejando cientos de muertos y heridos, decenas de miles de chilenos en la calle y daños de miles de millones de dólares.
Los muertos treparon el martes a 795, dijo la presidenta chilena Michelle Bachelet citada por medios locales. El terremoto, con epicentro en el sur del país y uno de los más poderosos de la historia, generó olas que barrieron con localidades costeras sobre el Pacífico sin que se activara de inmediato la alerta de tsunamis.
El puerto de Talcahuano quedó destruido, incluyendo su base naval, y tapado por el lodo. Aunque en algunas localidades la ayuda había comenzado a fluir, otras todavía esperaban. “No tenemos nada de ayuda y no nos ha visitado ninguna autoridad. Vivimos tres noches sentados en la calle y calentados quemando neumáticos”, dijo Antonio González, un chofer de Talcahuano que perdió su casa por el tsunami.
La fuerza del mar dejó barcos regados tierra adentro en Talcahuano como juguetes. El Gobierno reconoció que tiene que luchar para mandar ayuda debido a los caminos arruinados y los cortes de energía causados por el sismo. Mucha asistencia para la zona costera partió en barcos de la Armada desde el puerto de Valparaíso. “Este (…) es un terremoto de extensión nunca vista, por lo tanto les pedimos también comprensión y paciencia”, dijo Bachelet desde el palacio de La Moneda.
“En eso estamos, tratando de llegar a todas las partes, a las grandes ciudades, a las pequeñas localidades con lo que se requiere”, agregó. En la ciudad vecina a Talcahuano, Concepción, la segunda más poblada de Chile, el Gobierno decidió mantener hasta el mediodía del miércoles el toque de queda que le permite a sus habitantes sólo salir de sus casas por pocas horas, en un intento por mantener a raya a saqueadores.
A pesar del arribo de militares para controlar la ciudad, los residentes se quejaban del deterioro de la seguridad y la lenta entrega por parte del Gobierno de alimentos y otros suministros básicos. Incluso organizaron grupos para defender sus propiedades de los ladrones y saqueadores.
Bachelet ordenó la concentración de alrededor de 14 000 militares en las zonas más devastada por el terremoto, encabezadas por Concepción y sus alrededores. Las calles de la ciudad se encontraban con controles militares cada 400 metros y efectivos con fusiles largos entre pilas de basura, mientras los camiones con ayuda comenzaban a llegar.
“La evaluación al día de hoy es que la situación en Concepción, con información que nos han entregado desde la zona, estaría bajo control”, dijo la presidenta, que se reunió el martes con la secretaria de estado norteamericana, Hillary Clinton, en Santiago.
Latinoamérica y EE.UU. ayudan
El terremoto se produjo en momentos en que la economía más estable de América Latina trataba de recuperarse de una recesión causada por la crisis financiera global y esperaba crecer este año entre 4,5 por ciento y 5,5 por ciento.
El banco central dijo que mantendría las tasas de interés a mínimos récord para ayudar a estimular la economía. Y la presidenta Bachelet afirmó que estaba estudiando pedir créditos en buenas condiciones para financiar la reconstrucción. “Esto va a tomar mucho tiempo y mucho dinero”, aseguró. A pesar de todo, uno de los motores de la economía de Chile, la minería, se volvió a encender el lunes cuando las principales minas de cobre retomaron sus operaciones.
El temor de un importante golpe a la economía chilena se redujo en parte debido a que el mercado bursátil y la divisa local resistieron el embate de la naturaleza. El peso chileno cerró el martes con una apreciación del 1,2 por ciento mientras los inversores apostaban a los esfuerzos de reconstrucción.
Pero, el daño económico podría alcanzar los 30 000 millones de dólares, según economistas y compañías de seguro. Unas 2 millones de personas fueron afectadas por el terremoto y los tsunamis, y medio millón de viviendas fueron destruidas. Clinton ofreció ayudar a Chile con hospitales de campaña, helicópteros, generadores eléctricos, insumos, alimentos y personal para las labores de rescate.
“Este terremoto devastador ha causado ya tanto daño en todo el territorio chileno que no hemos recordado que fue un sismo con una fuerza 800 veces mayor que el que arrasó a Haití”, dijo Clinton junto a la mandataria chilena. Brasil, Argentina y Perú se comprometieron a enviar rescatistas, médicos, alimentos, agua y hospitales móviles a Chile.
Uruguay, Colombia y Uruguay también ofrecieron ayuda. El presidente boliviano, Evo Morales, dijo que donaría la mitad de su salario mensual de 2.143 dólares en una ayuda simbólica a los damnificados. Además, una brigada médica partió de Cuba hacia Chile para brindar ayuda, dijo el martes la prensa oficial de la isla.
Bachelet, además de reunirse con Clinton, tenía previsto un encuentro con el presidente peruano Alan García, luego de haber hablado el lunes en Santiago con el mandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.
Mientras tanto, las operaciones en el aeropuerto internacional de Santiago comenzaban a normalizarse y se estaba instalando una carpa junto a la pista para atender a los pasajeros después de que el sismo destruyera la terminal, dijeron autoridades aeronáuticas.
Se esperaba que el Gobierno diera un nuevo corte de las víctimas fatales y de los heridos durante el martes. Tan solo en la localidad de Constitución se reportaron 350 muertos por una marejada que se tragó a gran parte del pueblo, donde se derrumbó una cárcel y los reos escaparon.
Un helicóptero militar aterrizó en medio del lodo en el pueblo para repartir ayuda alimentaria y la gente se agolpó alrededor de la aeronave.
Incluso los militares suspendieron tareas de rescate para repartir comida. Los camiones militares también comenzaban a distribuir víveres a centenares de personas. “Necesitamos de todo, no tenemos nada”, dijo Mila Godoy, una mujer de 54 años diabética y asmática. “Ahora se acordaron que existía Constitución”, agregó.