Haitianos asisten a misa a los pies de la destruida Catedral de Puerto Príncipe

Puerto Príncipe, AFP

Centenares de haitianos asistieron hoy a la misa a los pies de la destruida Catedral de Puerto Príncipe, para buscar consuelo tras el devastador sismo, y con cadáveres aún por desenterrar a un lado del edificio.

En una de las paredes semidestruidas de la Catedral yacían durante el oficio religioso dos cadáveres en total estado de putrefacción, constató un periodista de la AFP.

En un altar improvisado con tablas, el padre Glanda Toussaint preguntó a los fieles si comprendían porqué se había producido el desastre que cobró al menos 112 000 víctimas.

Los haitianos respondieron con un murmullo de incomprensión.

“No todo es voluntad de Dios, pero todo es voluntad de la Providencia”, dijo el cura.

“La Tierra puede temblar, pero la palabra de Dios continúa”, añadió.

Antes del sismo la Catedral podía albergar hasta 2 500 personas para la misa dominical. Pero el domingo los fieles sólo eran 300, sentados en sillas, piedras o incluso motocicletas.

Entre las plegarias y los cánticos, el párroco pidió a los haitianos de todas las confesiones -católicos, protestantes o adeptos al vudú- a unirse para la reconstrucción del país.

“Gracias a Dios estamos aquí, pero no es porque seamos mejor que los demás”, dijo el cura en su sermón.

“La parroquia no quedó destruida porque vosotros estáis ahí”, añadió.

El cura criticó a los revendedores que proponen a precio de oro productos básicos.

Preguntado tras la misa sobre cuándo podría reconstruirse la catedral, el cura Toussaint respondió: “aún no, porque no tengo dinero. Veo a mis parroquianos y no tienen dinero ni casa. La situación es muy mala”.

El arzobispo de Puerto Príncipe, monseñor Serge Joseph Miot, halló la muerte en el sismo del 12 de enero. Sus funerales se celebraron el sábado.

“No comprendo porqué Dios hizo esto”, lamentó Guerrier Harris, de 27 años, cuya familia pereció por entero en el sismo.

“El terremoto fue natural. Es natural que causara muertos”, dijo Lince Monde, de 25 años, cuya familia sobrevivió, pero no su hogar.

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