Patricio Quevedo Terán
Mientras Cristóbal Colón buscaba con angustia el “paso” que le permitiría llegar hasta las costas del Asia, fue durante el primero de los viajes del Almirante que encontró el territorio que ahora ocupa Haití, martirizada por el violentísimo terremoto de hace dos semanas y las numerosas réplicas que han empeorado la devastación.
De hecho los nativos conocían a ese sector del Caribe como la “tierra montañosa”, calificativo poco expresivo para llamar a una de las zonas más pobres del mundo y cuyo pueblo tiene tal dramática memoria colectiva de violencia, crímenes, peripecias, intervenciones extranjeras, que parecerían más propias de exaltados narradores de ficción, que no de sesudos historiadores profesionales.
Solo habían pasado unos días del hallazgo de la isla caribeña a la que Colón bautizara como ‘Española’, cuando la noche de Navidad -era el 1492- un previsible descuido de los vigías determinó que la nave capitana de la esmirriada flotilla, la carabela “Santa María”, fuera arrastrada por las corrientes marinas hasta un banco de arena cerca de la playa. Encalló ahí, se partió el casco de madera y solo a duras penas los náufragos lograron salvar sus vidas. Tan completo fue el desastre, que pudo construirse con los despojos un pequeño fuerte y dejarse allí el exceso de los tripulantes.
Corrida ya la época de los descubrimientos, los piratas franceses ubicados en la cercana isla Tortuga -los ‘bucaneros’- no dejaron ni un día de completa paz. Los tratados internacionales de la Edad Moderna dieron a Francia el dominio sobre la parte occidental de la que había sido la
‘Española’ y hasta ahí llegaron como era inevitable, las borrascas de la Revolución llamada precisamente francesa, con la que se inauguraría la edad contemporánea.
Para este momento la colonia había prosperado bastante a pesar de los incesantes conflictos entre sus pobladores: una minoría de blancos, numerosos mulatos y sobre todo muchísimos negros arrancados desde África por la esclavitud y quienes llegaron a sumar diez veces más que todas las otras etnias reunidas.
Empezó una violentísima guerra civil para independizarse de los franceses. Con Toussaint L’Overture quien proclamó la emancipación -primer país latinoamericano- arrancó al mismo tiempo una notabilísma serie de personajes dramáticos del todo originales. Así Dessalines estableció la república; un mulato, Petion, conoció y colaboró con Simón Bolívar; Enrique Christopher prefirió la organización monárquica, etc.
Por supuesto no faltaron en el trayecto del atormentado país, las guerras internacionales, las intervenciones de los ‘marines’ estadounidenses. Tampoco los políticos que seguían los ritos de la magia y otras prácticas extrañas. Hasta el devastador terremoto que reclama la solidaridad de todo el continente.