Subdirector Adjunto
La guerra siguió mientras se negociaba la paz. El proceso de dos años de diálogos con la guerrilla de las FARC está suspendido por el anuncio del presidente de Colombia Juan Manuel Santos.
Era lógico que el Presidente tomara ese camino. Justo cuando se pensaba que los avances de los diálogos desembocarían en un acuerdo ansiado, un grupo armado de la narco-guerrilla secuestra al general Rubén Alzate. Curiosamente es el oficial de más alto rango de los miles de secuestrados por el grupo subversivo en estos años de sangrienta lucha que ha dejado miles de muertos inocentes. Los datos de prensa revelan que dos países, Noruega y Cuba, hacen gestiones para la liberación del general y sus acompañantes.
Los jefes negociadores de las FARC se mostraron cautelosos ante las gestiones por la liberación que se mantienen con herméticas reservas.
Es una trampa del destino que al cumplirse dos años de negociaciones un hecho como este trunque el proceso. Da que pensar. ¿A quién le interesa que no haya paz y que siga el desangre?
Todo este largo camino conlleva desgaste para el Gobierno pero también acarreó el apoyo para ganar la reelección contra fuerzas que se oponían.
Los largos años de gobierno de Álvaro Uribe Vélez, cruciales para el debilitamiento militar del poderoso grupo guerrillero, mostraron empero que una victoria militar definitiva para la institucionalidad y su fuerza armada no era cosa fácil.
Justamente el expresidente y senador en funciones es el principal detractor del proceso que adelanta el actual Presidente que irónicamente fue su ministro de Defensa de esa guerra exitosa.
La liberación del general, sin embargo, no supone un cese al fuego. Las negociaciones se han llevado adelante en medio de sostenidas matanzas terroristas.
Pero Colombia quiere y busca la paz. Colombia no puede darse el lujo de otro fracaso como el del Caguán, merece un largo sosiego, respiro y armonía.