Italia, España, Francia no cejan y arremeten contra los trabajadores extranjeros y endurecen la inmigración. En Italia se llega a extremos tales que organizaciones de defensa de los inmigrantes y la izquierda consideran que las medidas constituyen “una vuelta a la lógica de las leyes raciales de Mussolini”.
Y no exageren mucho; las normas impulsadas por Silvio Berlusconi y sus aliados de la extrema derecha (Liga del Norte) prevén las ‘asociaciones de ciudadanos’ encargadas de alertar o señalar sobre alteraciones del orden público en defensa de la seguridad interior. De señalar o alertar a reprimir y agredir hay solo un paso y hay motivos para temer la vuelta de las fuerzas de choque fascistas del Duce. Il Cavaliere, entre devaneos amorosos y cortocircuitos conyugales, no se olvida de perseguir a extranjeros.
Los inmigrantes se defienden y acusan a “los Berlusconi, los Sarkozy y los Zapateros’ de querer “hacerle creer a las sociedades europeas que los responsables de la crisis económica mundial somos los inmigrantes”.
Y tampoco exageran. Para Europa la culpa de la crisis la tiene el otro. Los EE.UU., los inmigrantes, los gitanos o quien sea.
Como tienen miedo no se animan a acusar a los musulmanes. Eso sí, nada de mirar para adentro y preguntarse cuánto de lo que hoy ocurre es consecuencia de ‘los bienestares’ y ‘prosperidades’ conseguidas a caballo.
El presidente francés, -a quien también, como Berlusconi, le gusta hacer declaraciones llamativas y dedicar buena parte de su gestión a temas amorosos y conyugales,- para hacerse notar se para en puntas de pies y encara temas ‘solidarios y humanistas’, pero impulsa desde la Unión Europea mayores restricciones para inmigrantes y trabajadores y residentes extranjeros en Europa.
En España la izquierda no reclama como en Italia, porque ocurre que es el izquierdista Zapatero quien hace severas las leyes contra los inmigrantes, igual que el derechista Berlusconi.
Los socialistas españoles tratan de disimularlo un poco, pero es lo mismo: fijan límites de edad, de residencia, de estancia en el país, de antigüedad como cotizantes, pero todo claramente dirigido a “poner contra las cuerdas a los inmigrantes que actualmente viven en España”.
Para los inmigrantes no hay diferencias, ellos quieren ‘puentes y no muros’ y no tienen dudas en afirmar que los centros de detención de inmigrantes, de los cuales hay 9 en España y unos cuantos en Italia, “en realidad son verdaderos Guantánamos”.
Nada lo justifica, pero los detalles importan: en Guantánamo fueron confinados sospechosos de cometer actos terroristas.
Los que van a los ‘Guantánamos’ españoles e italianos, en gran parte nietos y biznietos de italianos y españoles, no pueden ser acusados de nada, salvo de querer trabajar.