En medio del intenso trajín político de la semana, derivado de las protestas sociales, el Gobierno y los empresarios mantuvieron abierto el canal de diálogo. Enhorabuena.
Pese a que el frente económico atribuye casi exclusivamente a factores externos (apreciación del dólar y desplome del precio del petróleo) el desbalance en el que está entrando la economía del país, posibles acuerdos público-privados pueden derivar en soluciones internas.
Hay por lo menos tres prioridades para que el flujo de ingreso y salida de dólares de la economía mantenga su equilibrio: limitar las importaciones, multiplicar las exportaciones y atraer la inversión extranjera.
Para el primer caso, el Gobierno ya aplicó un polémico plan de restricciones a través de sobretasas arancelarias. Se espera limitar la salida de unos 2 000 millones de dólares en compras en el extranjero y a la vez redinamizar el aparato productivo, aunque resulten muy previsibles efectos colaterales negativos para el importador o el consumidor.
Los incentivos para alentar la exportación, como el anunciado esquema de devolución de impuestos, pueden dar resultados a mediano plazo.
Así las cosas, la llegada de inversión extranjera puede resultar crucial y quizá allí cabe uno de los giros más radicales que deba dar el país.
Una decena de reformas tributarias en menos de una década poco han ayudado a dar confianza al inversionista que intenta aterrizar por estos lares.
El Estado apuntalado en la opulencia de la bonanza petrolera asumió mayor protagonismo en la inversión de grandes obras de infrestructura. Hasta hace poco también privilegiaba la inversión extranjera de empresas estatales en proyectos de los llamados sectores estratégicos.
Esto último cambió. Y el diálogo puede ayudar a otros cambios que a estas alturas parecen urgentes, siempre y cuando, claro , el acercamiento del Gobierno al sector empresarial sea visto como inversión para el fututro y no solo para pasar el bache.