Mientras más años tiene, el glaciar del volcán Cotopaxi se vuelve más joven. Esa gran superficie de hielo, que embellece al coloso, es una joven con algo más de 100 años.
Bolívar Cáceres hace fotografías del volcán, para estudiarlo. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
Bolívar Cáceres, un estudioso de los glaciares del Ecuador, lo explica de esta manera: esa juventud se debe a sus procesos eruptivos que han destruido los glaciares. Cada vez que erupciona, se renueva la nieve de uno de los volcanes más peligrosos del mundo.
Significa, entonces, que los glaciares del Cotopaxi -que han sufrido una destrucción importante- se han renovado durante sus cinco períodos eruptivos, desde 1534, según los registros históricos.
Con este actual proceso eruptivo, que comenzó el 14 de agosto del 2015, el casquete glaciar –como se denomina a la cobertura blanquísima– ha experimentado cambios en su estructura y seguramente su tamaño se reducirá un poco más, conforme avance la erupción. No será un descongelamiento brutal, explica Cáceres, responsable del Programa Glaciares de Ecuador del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi).
El glaciólogo comenzó a investigar en julio pasado los efectos en la capa de hielo, luego de los primeros indicios de reactivación de este coloso de 5 897 metros de altitud.
Esa información servirá al Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional para saber cuánto hielo tiene y cuánta agua se puede generar con los lahares, si hubiera una erupción. “No tenemos idea de qué porcentaje de agua se queda o se infiltra en los páramos y tampoco de cuánto está bajando (a los ríos). Eso se evalúa ahora”.
El derretimiento, que fue más evidente desde septiembre, cambió al casquete, que -para los estudios científicos- está dividido, como un pastel, en 19 partes o glaciares. Cáceres las llama lenguas y cada una tiene un nombre y dimensiones.
Hasta agosto pasado, el Cotopaxi contaba con 11,56 kilómetros cuadrados de glaciares, casi la mitad de lo que tenía en 1976 con 21,80 km² .
Las observaciones aéreas han mostrado también un cráter con poca nieve (a finales de septiembre no tenía nada). El glaciar con la forma de una dona alrededor de la boca está completamente deformado.
Por el descongelamiento se observa un hueco de cientos de metros, pero se desconoce su profundidad, aunque en una fotografía del 2006 se calculaba en 140 metros el fondo del cráter . Se veía la roca, “yo estuve ahí y vi el fondo”, dice Cáceres.