El ganado también se refugia de la ceniza del Cotopaxi

El albergue para animales ubicado en la parroquia 11 de Noviembre (Latacunga). Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

El albergue para animales ubicado en la parroquia 11 de Noviembre (Latacunga). Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

El albergue para animales ubicado en la parroquia 11 de Noviembre (Latacunga). Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

Las ocho vacas que le quedan, y que dan varios litros de leche, llevó Segundo Caiza desde su casa hacia un sitio seguro, lejos de la ceniza del volcán Cotopaxi. Él salió junto a sus animales desde San Agustín de Callo "porque el Cotopaxi nos mandó botando".

Ese es uno de los poblados de la andina provincia que tiene el mismo nombre del volcán, que han resultado afectados por la caída de ceniza que sale de esta elevación.

Las vacas de Caiza, de 62 años, están en uno de los albergues que las autoridades locales, con el apoyo del Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuicultura y Pesca (Magap), ayudaron a adecuar para cuidar a las reses de los campesinos de estos sectores. El refugio funciona en el barrio Las Parcelas en la parroquia 11 de Noviembre, de Latacunga (Cotopaxi).

En las primeras horas de la tarde del pasado 5 de septiembre del 2015, Caiza ayudaba a acomodar parte del rechazo de banano que fue donado para alimentar al ganado que vive allí temporalmente, al igual que sus dueños. Cada uno de los pobladores que están en este albergue llevó de entre seis a 10 vacas, terneros y vaconas de varias razas.

Y para no dejar a los animales solos, casi todos los dueños de las reses se mudaron al albergue con ellas. Entre todos se acomodaron en una especie de bodega, en medio de la explanada de pasto donde está el refugio. Otros, como Laura Catota, han pasado las últimas 14 noches en el estadio de esta localidad en donde se adecuaron colchones y cobijas.

"Yo traje cuatro vaquitas y seis terneros", cuenta Catota, de 55 años. Ella también ayuda a limpiar el rechazo y colocar agua en grandes tinas para las reses que lucen con menos peso de lo que deberían. Catota dejó a su familia en su casa, también en San Agustín, y está a la espera de lo que pase con el volcán. "Mi esposo viene a dejar la hierba, pero no trabaja porque tuvo un accidente y tiene rota la pierna. Nosotros vivimos de las vaquitas, con ellas trabajamos".

Otros pequeños ganaderos no vieron en los albergues como estos, desde donde se ve al volcán Cotopaxi pero al cual no llega la ceniza, una alternativa. Algunos ya vendieron a sus reses en menos de la mitad de lo que cuestan. Otros, como Celio Viracocha, del barrio Buenavista de San Juan de Pastocalle (El Chaupi, Mejía – Pichincha), aún dejan que sus vacas pasten en medio de la ceniza.

" las vaquitas al principio les cuesta la comida, les afecta el estómago, pero después comienzan a adaptarse. Pero para eso necesitan de la ayuda técnica", dice Ana Belén Marín, directora del Magap de Cotopaxi.

Según esta funcionaria, las visitas y las revisiones médicas a los animales de los sitios más vulnerables –como Mulaló y Pastocalle-, son constantes desde que se perciben la caída de ceniza. Y para ayudar a quienes decidieron vender a su ganado, el Magap ayuda a que reciban precios justos de compradores de otras provincias.

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