‘Nadia’, una joven francesa de 21 años, fue reclutada para unirse al Estado Islámico a través de salas de chat yihadistas. Foto: AFP
Quería emigrar a “una tierra donde reinaban las leyes de Alá”, pero “Nadia” se halló en Siria atrapada en un mundo de brutalidad, donde las mujeres son tratadas como objetos y no se respetan los valores del islam.
“Nadia” (un nombre falso) es una estudiante francesa de 21 años que pasó tres meses en Raqa, el bastión en Siria del grupo Estados Islámico (EI). Fue detenida el 1 de junio por la policía turca cuando volvía de ese país.
Cuando habló, esperaba en un centro de retención de Gaziantep, en el sur de Turquía, su expulsión a Francia.
Con la autorización de las autoridades turcas, Nadia aceptó explicar, bajo estricto anonimato, como fue “reclutada” por el EI, su viaje a Siria vía Turquía y su vida en Raqa, para evitar que otras chicas hagan como ella.
“Hablo para abrir los ojos a las chicas jóvenes que van allí pensando ‘Sí, Occidente está contra nosotras y Daech [el acrónimo en árabe del EI] es el califato”, explica, denunciando que en realidad se trata de una “secta”.
La mujer, de pelo castaño recogido bajo un pañuelo y que viste falda larga y una chaqueta de lana, explica con voz pausada su historia, el camino que la llevó a radicalizarse a través de las redes sociales hasta que decidió que tenía que ir a Siria.
“Fue un poco un lavado de cerebro”, dice la estudiante. “Nos decían ‘Vives en un país donde no hay islam, donde el islam está prohibido, si mueres irás al infierno’ y tuvimos miedo”, asegura.
“Luego te encierras en ti misma, estás sola. Y al final te dices ‘de acuerdo, voy a hacerlo, vamos a emigrar a una tierra donde rigen las leyes de Alá”.
El hombre que la reclutó, cuyo nombre aparece en varias investigaciones sobre las filiales yihadistas, le envió un cheque de 1 800 euros. El 4 de marzo viajó a Ginebra, donde tomó un vuelo hacia Estambul.
Casarse para salir de casa
En el aeropuerto le esperaban dos hombres que la camuflaron con un niqab (velo integral). Juntos tomaron una autobús hacia Sanliurfa, en el sur del país.
“Al día siguiente recorrimos 50 kilómetros en coche”, explica Nadia. “Caminamos durante unos veinte minutos, saltamos una alambrada y luego nos vinieron a buscar para llevarnos a Tall Abyad”, una localidad ya en Siria.
El 7 de marzo llegó a Raqa, a menos de 100 kilómetros de la frontera turca, donde el EI ha establecido su cuartel general en Siria. Allí fue internada en una casa junto a decenas de mujeres y le confiscaron los documentos de identidad y el teléfono.
“Me dijeron ‘Si quieres salir de esta casa tienes que casarte, sino te quedarás aquí toda tu vida, no saldrás’ […] Estaba prohibido llamar a sus padres, acceder a internet, todo estaba prohibido […] nos dijeron que era para nuestra seguridad”.
Al cabo de 15 días, decidió casarse con su “reclutador”, de lengua materna francesa, pero sólo duró un día. “Al día siguiente anulé la boda […] me fui y el chico […] me presentó a dos francesas, con las que me fui a vivir”.
Las complicaciones empezaron cuando los yihadistas la acusaron de “trabajar para la policía francesa” y la mandaron a prisión. “Cada día me amenazaban diciéndome ‘vas a morir, vamos a matarte’”.
‘El reposo del guerrero’
“Les dije que había demasiada injusticia [en Raqa], que para mi no era el islam […] Allí no hay Corán, solo hay armas [….] y las mujeres solo vienen para el reposo del guerrero”.
Según su relato, consiguió convencer a sus carceleros que era inocente y que la dejaran volver a Francia. Fue acompañada hasta la frontera por un hombre que le devolvió sus papeles y le ayudó a entrar ilegalmente en Turquía. “Me dijo ‘Vuelve a Francia’ […] pero cierra la boca y olvídalo todo”.
Sin embargo la historia de esta “liberación” suscita muchos interrogantes. Según los especialistas consultados por la AFP parece “muy improbable” y recuerdan que muy pocos yihadistas, todavía menos mujeres, logran dejar el EI sin su consentimiento.
Pocas horas después de su regreso a Turquía Nadia fue detenida en Sanliurfa gracias a la información que su padre había dado a la policía francesa y el martes fue enviada a Francia, donde está detenida.
“La mayoría [de afiliados al EI] son conversos […] practican muy poco el Corán, les interesa más el odio y la guerra”, dice con la intención de denunciar el engaño de los yihadistas.
“Ahora voy a progresar en mi religión pero correctamente […] Voy a vivir correctamente, como las chicas francesas de mi edad”, asegura.