Hasta la cancha Toali se trasladaron las familias para recibir una de las carpas del nuevo albergue en Manta. Foto: Víctor Muñoz/ EL COMERCIO
Las personas aguardaban sentados hasta escuchar su apellido. Las instrucciones empezaron a transmitirse a través de un megáfono. Uno de los militares las pronunciaba claramente desde el centro de la cancha Toali, en Manta, donde desde ayer, 7 de mayo del 2016, empezó a funcionar el nuevo albergue de la ciudad. Luego de tres días de preparativos 116 familias afectadas por el terremoto llegaron al lugar.
El movimiento era intenso. La “mini ciudad” como la llaman estaba lista para empezar a operar. Los militares se desplazaban de un lado al otro dirigiendo a las personas, personal del Ministerio de Salud fumigaba los baños y en el centro de la cancha algunos de los recién llegados ya jugaban fútbol con una pelota y conocían a sus nuevos vecinos.
Otros se mantenían a un costado sentados sobre sus cajas de pertenencias esperando que los llamen. Desde su lugar miraban sorprendidos a las carpas chinas. El azul eléctrico y su tamaño no permiten que pasen desapercibidas. Todas están estratégicamente ubicadas con callejones de separación entre ellas para que las personas puedan caminar. Hay una designada para la preparación de los alimentos y otra para atender las emergencias de salud.
Poco a poco los afectados iban ingresando a la cancha con la ilusión de saber cuál era la carpa asignada. “Esto está lindo”, decía María Moreira mientras abría el cierre y analizaba el interior de la vivienda, ubicada en el “bloque esperanza”.
Cada carpa tiene cuatro camillas plegables y cuatro colchones. Cuando las familias superan los cuatro miembros, son ubicadas en dos viviendas.
Aunque a Moreira le parece que el sitio es cómodo, ella no vivirá en este lugar, solo se asegura que esté bien para poder dejar allí a su esposo, Carlos Araujo, quien sufrió un derrame cerebral y necesita más cuidados.
Desde que ocurrió el terremoto Moreira no ha querido separarse de su casa por miedo a que los ladrones se lleven las pocas cosas que le han quedado. Después que perdieron su vivienda construyeron una carpa con plásticos y se instalaron en la calle. La semana pasada uno de los médicos que revisó a su esposo le pidió que lo llevará a un albergue porque no era conveniente que continúe durmiendo en la vereda.
Desde que Araujo ingresó al albergue, su esposa se queda junto a él durante las mañanas y por las noches regresa a dormir en los exteriores de su vivienda. Cuenta que es complicado estar moviéndose todo el tiempo de un lado al otro, más aún por sus problemas de espalda, pero se rehusa a mudarse por completo al albergue.
En un inicio Araujo fue llevado al Colegio Nacional Manta, pero ayer todos fueron a la cancha Toali. “Este sitio está mejor que el otro”, dice mientras se sienta en una de las camillas plegables.
Quienes estaban albergados en el Colegio Emilio Bowen también tuvieron que mudarse. Ambos grupos habitarán temporalmente en las 116 carpas que se ubican en la cancha de Toali. El almirante Carlos Albuja de las Fuerzas Armadas explicó que el terreno de una hectárea, que está frente a este espacio está en adecuaciones para otro albergue.
En todos se debe cumplir reglas para asegurar la convivencia pacífica de las personas. También se recibe el apoyo de psicólogos y personal que tiene experiencia en misiones de Paz, explica el Almirante.
Hoy se prevé terminará la mudanza de las familias y se llevará a cabo un homenaje para las madres con la entrega de rosas, cartas y una comida especial.