¿Que el Facebook es una pérdida de tiempo, que es frívolo, que solo sirve para el chisme y que, incluso, viola la intimidad de las personas?
A esos estigmas muy pronto se añadirá otro: el de corrupto. Tan corrupto como la prensa que investiga, que hurga, que no acepta cualquier versión oficial, que no se intimida aunque todo el aparato oficial intente esconder la basura bajo la alfombra.
Tan corrupto como la prensa que con su trabajo es capaz de mostrar las enormes fisuras del poder, el doble discurso de quienes hablan de justicia y las profundas llagas de una supuesta verdad manejada según los intereses de ese poder.
Por eso, no sería raro que pronto seamos testigos de una cadena de televisión en la que Facebook pasará a formar parte de la prensa corrupta que tanto daño hace a la revolución ciudadana, como suele decir el Gobierno.
Será ese tipo de cadenas donde, supuestamente, se dice “la verdad y nada más que la verdad”, aunque nunca se explique, desde la más elemental honestidad, que lo que allí se expresa son, apenas, fragmentos de verdad asumidos desde el punto de vista de un interés específico.
Y probablemente Facebook será llamado corrupto porque desde el jueves 14 de enero, cuando la joven colombiana Natalia Emme murió atropellada en Quito por un auto de la Fiscalía de la Nación, el Facebook se ha convertido en un extraordinario mecanismo para convocar a los ciudadanos a defender el más elemental derecho: el respeto a la vida.
Omar Palomeque ideó la página web: “Este es un grupo creado para exigir justicia y apoyar a la familia de Natalia Emme, quien falleció atropellada por un vehículo de la Fiscalía”, escribió.
En apenas ocho días, la página ‘Justicia para Natalia Emme Bedoya’ contaba con 15 000 seguidores. Son ciudadanos que no tienen ningún otro interés que exigir la verdad (la verdadera verdad, digamos para no confundirnos) y para exigir justicia (la justicia justa, digamos para que el poder no juegue con los conceptos).
No cabría llamarlos “actores políticos”. Tampoco calificarlos de “poderes fácticos”. O peor, de “conspiradores”.
En el caso de Natalia, la prensa responsable y el Facebook han sido decisivos para canalizar las demandas y el dolor de familiares, amigos, testigos y ciudadanos que asumen la urgencia de luchar contra los abusos del poder.
Por eso, nadie se sorprenda si mañana se habla de Facebook corrupto, pero que quede claro que desde el mimeógrafo hasta el Twitter, lo que importa es el contenido y, sobre todo, la ética con la que se maneja el contenido.
Natalia y el Facebook convocan masivamente a los ciudadanos a exigir justicia. Eso quiere decir que pese al enorme poder de quienes tienen el poder, es imposible amordazar la dignidad.