Camilo Murillo, de Colombia, estará lejos de su familia en estas fiestas. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO
Su padre le compró un tren inalámbrico de juguete cuando tenía 6 años. Era la Navidad de 1991 y David recibió aquel regalo en la sala de su casa, en Siria. Su papá es de ese país, en Medio Oriente, y lo llevó con él tras vivir sus primeros cuatro años en la casa de sus abuelos maternos, ubicada en el barrio El Pintado (sur de Quito).
Han transcurrido 25 años de esas escenas y él aún las recuerda como si fueran ayer. Actualmente, él tiene la doble nacionalidad ya que su madre es ecuatoriana. “La Navidad en Siria es diferente que acá porque en Ecuador son más abiertos y alegres. Antes de la guerra, los dueños de los almacenes repartían los juguetes en vehículos, los cuales eran disfrazados como renos. En estos se subían hombres disfrazados de Papá Noel, quienes se entregaban los regalos en las viviendas. Lo hacían desde el 20 al 26 de diciembre. También había cenas en las que se comía pavo”, cuenta David.
Eso cambió porque Siria se encuentra en guerra. A él le da nostalgia rememorar aquellos tiempos cuando se reunía con su familia. Cuenta que los musulmanes, pese a que no celebran la Navidad, instalan árboles con bombillos y compran regalos para los niños. Allí lo que se vive con expectativa es el Ramadán (celebración del noveno mes del calendario lunar).
Este Diario conversó con otros extranjeros radicados en Quito, quienes contaron cómo se festeja el nacimiento de Jesús en sus países. La cubana Susi, de 42 años, contó que en la isla no hay expectativa por esta fecha. Como máximo, lo que se hace es instalar el árbol en la casa desde el 1 de diciembre. También se prepara la cena de lechón ahumado o pollo.
Susi, de Cuba, compró regalos para enviarles a sus hijos. Foto: Paúl RIvas / EL COMERCIO
Ella se encuentra en Quito desde junio del 2015 y trabaja en un bar. Cuenta que una de las causas para salir de su país es la situación económica. Tiene dos hijos de 10 y 15 años. “Trabajaba como asistente de informática en una empresa de economía y planificación. Ganaba 320 pesos (USD 12) que me alcanzaban únicamente para comer y ya no podía comprar ropa”.
Es la primera vez que se encuentra lejos de sus hijos y su voz se quiebra. Dice que en Cuba lo que se celebra con mayor alegría son las fiestas de Fin de Año. En esa fecha, la gente comienza a preparar la comida desde las 08:00 y cenan a las 17:00. Tras comer, ellos toman cerveza o ron Habana Club y luego bailan salsa o reggaetón hasta el otro día.
Ella ya compró los regalos para sus hijos: zapatillas, un carro a control remoto y ropa. “Les enviaré el próximo 26 de diciembre. Adquirir un carro a control remoto es un lujo en mi país. Allá, los juguetes son caros. Por ejemplo, uno como el que le compré a mi hijo vale USD 40 y aquí me costó USD 22. Lo mismo pasa con los zapatos deportivos así no sean las originales. Yo los compré en Ecuador a USD 11 y allá valen USD 70”. Además allá no hay recursos para conseguirlo.
Ella tiene previsto permanecer un corto período de tiempo en Quito y luego regresar a la isla. No quiere que sus hijos vengan a Ecuador para no arrancarles de su entorno en La Habana: la escuela, los amigos, la familia. “Que vivan tranquilos hasta que yo regrese y la situación mejore”.
El colombiano Camilo Murillo, de 38 años, cuenta que en Bogotá la gente es más alegre en diciembre. La ciudad se ilumina con campanas, renos y árboles de neón. Las novenas se realizan en los barrios, calles y conjuntos residenciales. Vive en Quito desde hace seis meses y lo más duro para él será estar lejos de sus dos hijas. Para saludarlas por Noche Buena se comunicará con ella por Skype.
Él administra un local de venta de zapatos en el Centro Histórico y asegura que debe trabajar para mantener a su familia. “Noto que la gente es más fría en Ecuador por la Navidad. No he visto que acá se organicen novenas en la calle. Me parece que la gente festeja de forma interna, al calor del hogar únicamente”. Al igual que Ecuador se cena pavo o lechón.