El ambiente laboral no depende sólo del mobiliario ni la distribución de los puestos de trabajo, sino también de lo que ocurre en cada interacción personal. Foto: Archivo
Los ruidos del que come, el que habla fuerte, el que se cree jefe, la que pasa pegada el teléfono con dramas familiares. ¿Cuál es el que más le molestaría?
“Si bien renovaron los muebles y se ve todo moderno, la luz fluorescente continúa me atormenta cada día. A mediodía, mi compañera llama sagradamente a su madre y repasan todos los problemas familiares en voz alta. Eso, ya me lo trago, pero que la impresora no funcione y que una vez a la semana, el computador se quede pegado y pierda todo lo que hecho, me da mucha rabia. Es demasiado frustrante trabajar así, me deja pésimo, de muy mal humor para el resto del día”, cuenta Patricia Castañeda, a propósito de las frustraciones que vive en su trabajo.
Es que el ambiente laboral no depende sólo del mobiliario ni la distribución de los puestos de trabajo, sino también de lo que ocurre en cada interacción personal y el estado de las máquinas que se ocupan para realizar las tareas.
Entonces, cuando nada funciona y las normas sociales de convivencia y respeto de los espacios comunes se olvidan, aparece el estado emocional poco grato de la frustración.
“Surgen de un ideal no realizado. Y eso pasa frecuentemente, en el transcurso de un día, ya que damos por hecho muchos situaciones cotidianas, como incluso, que al abrir la llave del agua, siempre saldrá”, explica la psiquiatra Gema Cabrera, psiquiatra.
Pero, advierte, que tolerar y sobrepasar estos impases diarios está relacionado directamente con la madurez emocional. “Ahora en el ambiente laboral surgen las mayores frustraciones, porque pasamos mucho tiempo y está relacionado con temas de validación y reconocimiento, pero también va ligado a las condiciones laborales, la infraestructura, remuneración, horario, carga laboral y presión en relación a las exigencias”, distingue.
Además, dice que manejar estas frustraciones resulta complicado debido al cansancio, el estrés mantenido por mucho tiempo y la dificultad para adaptarse a un mundo que cambia demasiado rápido.
En ese sentido, subraya que se requieren de grandes esfuerzos psicológicos para no frustrarse al más mínimo detalle que incomode. ¿Y cómo no enojarse o perder la calma con los ruidos del teclado, el tráfico, la música que no le gusta, las conversaciones en voz alta o que la impresora no imprima?
“Todos esos estímulos son recibidos como violentos y lo que hacen es debilitar nuestros filtros o sistemas de defensas y nos ponemos más irritables y con mucho menos control y administración de nuestras emociones”, añade la psiquiatra.
Peor será el caso cuando el jefe, que usualmente ocupa la figura de autoridad, frustre los planes cotidianos y personales, pidiendo un informe a última hora o se aparezca el compañero más ‘pesado’ creyéndose jefe, a pesar que tiene menos estudios y capacidades que usted.
¿Qué hacer?
Lo primero, indica la especialista, es eliminar el pensamiento, “si yo no estoy bien, nadie esta bien” para no ventilar su frustración al resto de los mortales que le rodean y aprender a separar lo que es estrictamente laboral de lo personal.
“Luego, integrar a tu vida la aceptación del imprevisto, el respeto por el otro, el aprecio por lo que tenemos, y en este caso, agradecer el trabajo y usar el sentido del humor, ya que lo más sano es aprender a reírnos de nosotros mismos”, aconseja.
Para llevar a la práctica ese mecanismo de respuesta, recuerda Gema Cabrera, todo lo que sucede es un “aprendizaje”, un entrenamiento para ser más neutrales.
“Puede usar diversas técnicas y herramientas que se desarrollan en talleres especializados, que luego puedes llevarlas a tu entorno laboral. O bien, proponer acuerdos de equipos, para mejorar el ambiente e incorporar elementos lúdicos dentro de las horas laborales. En definitiva, es estar más creativos”, anima.
Las más típicas
Sin duda, el trabajar con gente 8 o 10 horas seguidas en un mismo sitio no es tarea fácil. La oficina, la sala o el espacio puede sentirse sofocante, exigente, inhumano y hasta muy frustrante. Es que las situaciones que provocan esas sensaciones negativas son diversas.
Para conocerlas, el periódico independiente The Epoch Times, a modo de ejemplo, publicó una alarmante, pero divertida lista con las mayores frustraciones que a diario se pueden dar en el trabajo. El objetivo, tal vez, fue ayudar a ver con más humor lo que nos molesta y tomar distancia.
¿Cuál de estas situaciones le genera más frustración, rabia y ganas de salir corriendo?
1. Las reuniones de cualquier tipo, forma, función, longitud, color, o especie.
2. Las personas que responden mail personal con copia a “todos”.
3. El que azota el teclado.
4. Los que hablan fuerte.
5. Las personas que hacen ruido en cada movimiento que hacen.
6. El que no le presta la grapadora.
7. Cuando su escritorio comienza a desaparecer por el desorden.
8. Cuando el jefe le pide que trabaje horas extras y justo tenía planes.
9. Las personas que no responden sus correos.
10. Los que andan demasiado alegres por la mañana.
11. La gente que va al gimnasio y vuelve sudada o con mal olor.
12. Tener que escuchar las eternas llamadas personales.
13. Los que se roban su comida del escritorio.
14. El que come todo el día y no comparte.
15. Los que se creen gerentes y llegan tarde y se van temprano.
16. Los chismosos.
17. El o la que todo lo sabe.
18. El silencio incómodo del ascensor.
19. Los que estornudan y andan con gripe repartiendo gérmenes.
20. Los perezosos y que sacan la vuelta con descaro.
21. Las personas que en forma permanente están estresados.
22. Trabajar en el equipo más lento.
23. Cuando se atasca el papel en la impresora y no imprime.
24. La mirada critica de quien siempre juzga a los demás.
25. Demasiado frío o calor en el lugar donde está.
26. Tener demasiado trabajo sin tiempo para un café o ir al baño.
27. Las personas groseras, sin modales ni criterio.
28. Que el internet se caiga.
29. La incompetencia.
30. Cuando el jefe revisa su trabajo y pone mala cara.