Marco Arauz
Ortega
Subdirector
marauz@elcomercio.com
A 20 años, el presidente Rodrigo Borja se guiaba por una máxima comunicacional: hay que repetir los mensajes cuantas veces sea necesario hasta que la gente los asimile. Por eso no era raro escuchar que en sus desplazamientos o entrevistas machacara sobre temas que estimaba cruciales.
Era una época en que el desarrollo de los medios no era tan fuerte y ni siquiera se soñaba en que los gobiernos pudieran usar y abusar de las cadenas y de la publicidad. ¿Pero tiene sentido usar hoy la repetición como método ?
La verdad es que este Gobierno no buscaba ese efecto con sus enlaces sabatinos. Estos se crearon, al menos teóricamente, como espacios de rendición de cuentas. Pero, en la práctica, se volvieron monólogos en los cuales muchas veces no se hace sino repetir las ofertas y las obsesiones.
En algún momento, el espacio fue ocupado por los menús o las actividades físicas del Presidente, hasta que se consolidó un segmento que no tiene que ver ni con la rendición de cuentas ni el rango presidencial: el desglose de la información y las opiniones de los medios ‘corruptos’.
Si fue un error creer que habría información nueva para cada semana, es erróneo dedicar tanto tiempo a atacar a los medios, porque, al repetir el ejercicio, el Gobierno ha pasado inconscientemente a la defensiva. Rafael Correa juró que no dejaría que los medios le impusieran la agenda, pero ahora ocupa demasiado tiempo y energía en ellos.
Como es previsible, nadie aceptará el error, y el Presidente seguirá enredado en su propia camisa de fuerza.