Fausto Anangonó, de 42 años, aún recuerda las coloridas procesiones de Semana Santa que veía en Urcuquí, provincia de Imbabura, cuando era niño.
Le impresionaban las imágenes que recreaban la captura y la crucifixión de Jesús. Ahí participaba como cucurucho su abuelo paterno José Ignacio.
De su pariente heredó la membrecía en la Hermandad de la Virgen de los Dolores. Se trata de ciudadanos que colaboran con la iglesia San Miguel de Urcuquí. Una de las actividades principales es escenificar, cada Semana Santa, los últimos días de Jesús.
Según el historiador Amílcar Tapia, Urcuquí y Pimampiro, en Imbabura; y Bolívar, en Carchi, son las urbes del país donde se mantiene más fuerte la tradición, que llegó de España.
Aunque explica que este ritual católico también sobrevive en Calacalí, El Quinche, Sangolquí, Machachi, entre otras localidades de la Sierra.
Mientras que en la Costa, comenta, colaboran los denominados adoradores.
Anangonó, Santo Varón, como se les llama a los integrantes de las cofradías de seglares, espera que su hijo, de 5 años, algún día siga sus pasos.
Pero por lo pronto está satisfecho que sus sobrinos Andrés Juma y Fabricio Anangonó ayuden en los preparativos del Vía Crucis, del Viernes Santo.
El sacerdote Juan Jumbo, párroco de este templo, resalta las centenarias urnas, con la Virgen, San Juan, el Santo Sepulcro y otras imágenes, que llevan los fieles en hombros, durante las procesiones.
Fausto Anangonó calcula que las tres andas mayores pesan aproximadamente 10 quintales cada una. Es por ello que son transportadas por 10 miembros de la Hermandad de la Virgen de los Dolores, de Urcuquí, asegura Jumbo.
Mientras que cuatro andas más, que pesan aproximadamente cuatro quintales, son llevadas por cuatro fieles.
En la procesión de Bolívar, dos personas arrastran la cruz penitencial, que pesa cinco quintales. Tapia asegura que es una costumbre que se mantiene intacta desde 1 750.
Geovanny Paz, vicario de la Diócesis de Ibarra, explica que muchos fieles participan en estas procesiones, que reflejan el dolor y sacrificio, como un acto de penitencia por los pecados.
Es por ello que los personajes conocidos como cucuruchos, que acompañan a Jesucristo, visten de negro o morado en señal de luto. Mientras que los Santos Varones lucen una túnica llamada alba, un gorro conocida como solideo y un manto o estola blancos.
En ese ropaje, explica Tapia, resalta un cordón de lana virgen, similar al que usan los sacerdotes franciscanos. Mientras que los Santos Varones de Bolívar lucen un cordón hecho con cabello humano, dice.
Las cofradías son selectivas
Los Santos Varones representan a las personas que ayudaron a José de Arimatea, que según la Biblia bajó el cuerpo de Cristo de la cruz.
En la actualidad es una sociedad de seglares que mantiene viva la tradición religiosa.
La cofradía de Urcuquí, por ejemplo, está conformada por 60 miembros, de 18 años en adelante. Juan Quilca es el mayor de esta hermandad. Tiene 102 años de edad.
Antes se heredaba el puesto de padres a hijos. Sin embargo, muchos se han retirado, se lamenta Anangonó.
Tapia explica que los miembros de estas organizaciones son personas respetadas por la comunidad. “Son miembros que han sido escogidos por su calidad de vida, su honestidad y su apego a la iglesia”.
En la parroquia de San Blas, de Urcuquí, 42 personas integran la cofradía, que en ese lugar se la conoce como Consejo Pastoral de la iglesia.
Julio Cruz, coordinador de esta organización, que tiene medio siglo de vida jurídica, comenta que hasta el 2012 la hermandad se llamaba Los Esclavos de la Virgen.
Entre los beneficios que reciben los socios están una ayuda económica en caso de calamidad doméstica. Además, cuando mueren también tienen derecho a una misa fúnebre y un nicho en el cementerio.
El papel más importante de este grupo es ayudar a la Iglesia durante todo el año. Y, en Semana Santa, en las procesiones.
Cruz explica que los llamados Santos Varones actúan el Jueves Santo, durante el lavatorio de los pies. Y en el descenso del cuerpo de Jesús de la cruz, el Viernes Santo.
Mientras que los cucuruchos y las verónicas en el Vía Crucis.
Según el Vicario de la Diócesis de Ibarra, la celebración de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo en Imbabura reflejan la riqueza cultural de la ‘Provincia de los Lagos’.
Así en la ciudad de Cotacachi la procesión de Viernes Santo, que se realiza en la noche, tiene una masiva participación indígena. Mientras que en las comunas del Chota y de Salinas los personajes bíblicos están representados por actores afrodescendientes.
Geovanny Paz también resalta la tradición del cantón Urcuquí y de la parroquia Caranqui, en Ibarra, que cada año convoca a miles de fieles, gracias a los cuadros vivos, que recrean los pasajes bíblicos.
Por lo pronto, Anangonó alista su traje blanco, que lo identificará como un Santo Varón, como lo fue su abuelo.
En contexto
La tradición católica que vino desde España se mantiene intacta en la Sierra norte. En Urcuquí y Pimampiro, en Imbabura; y en Bolívar, en Carchi, aún se efectúan las procesiones con personajes en vivo. Los protagonistas son parte de las hermandades y cofradías de vecinos considerados un ejemplo.