José Alquímedes Acero se preparaba para almorzar. Esperaba con paciencia, mientras su esposa se esmeraba en cocinar una sopa de fideo y tortillas de harina. Él y sus cinco hijos permanecían en su casa de madera para abrigarse del frío. Afuera una tenue y constante garúa los obligaba a guarecerse.
Ellos y otras 32 familias, residen en la comunidad de Puerramal, en El Chical, Carchi. Esa zona está afectada por los intensos aguaceros que se registran desde la semana pasada.
Eran las 14:00, del pasado 15 de este mes, cuando de pronto un sonido fuerte los inquietó. Acero miró cómo un derrumbe se aproximaba a su vivienda. Su reacción fue inmediata. Tomó a sus pequeños (el mayor de sus hijos tiene 10 años) y a su esposa y corrieron.
La fuerza con la que cayeron los árboles, palos, piedras y lodo empujó su casa seis metros hacia adentro, casi al borde del río.
Ahora solo el armazón de madera sobresale entre los escombros. Los lugareños ayudaron a rescatar sus muebles y la madera. Pero se quedó sin un terreno para reconstruir su casa. Ni siquiera disponen de una vajilla para servirse los alimentos.
“No tengo dónde trabajar. Salgo a cosechar naranjilla y me pagan USD 5 por un día”, dice Acero de 31 años y llora por la desgracia. Están refugiados en la casa comunal junto a tres familias más. Otras cuatro están viviendo donde lo vecinos o los familiares.
El rancho de Laura Acero, vecina de 23 años, se cuarteó por el temporal. Y en la madrugada del miércoles último, a las 04:00 se desplomó. Ella no pudo salvar ni la madera. Con sus dos hijas se refugia en la casa comunal.
Las cuatro habitaciones de la casa comunal están copadas con utensilios de cocina, camas, alimentos y colchones. Estos artículos fueron entregados por el Ministerio de Inclusión Económica y Social. “Nos dieron combos alimenticios para un mes”.
Clementina Acero, de 53 años, está arrimada en la casa de su mamá en El Chical. La mujer dice que cuando sucedió el deslave gritó por ayuda pero nadie la auxilió. “Unos jóvenes se reían de mi problema. Llegó mi familia de El Chical y me favoreció. Mi esposo se cayó y se lisió el brazo derecho”.
Apenas quedan unos palos de lo que fue su casa. El derrumbe atrapó a 13 patos, ropa de sus hijos y una cocineta. Su vecina Bertelina Estrada reseña que hace ocho años llovía y caían rayos sobre la loma que se deslizó. “Desde ahí ya se quedó floja la tierra. El aguacero del miércoles no fue muy fuerte”.
Aunque algunos comuneros llevan el mismo apellido, son familiares lejanos. Así Isabel Acero, de 56 años, teme por su vivienda nueva que levantó hace dos meses. Hizo un préstamo de USD 800, vendió sus cuatro vacas y sus hijos le colaboraron con el resto del dinero para la construcción. Está inquieta porque debió dejar su casa. Se ubica a pocos metros del sitio donde cayó el derrumbe. La tierra aún está floja y corre peligro. “Invertí USD 4500”.
Los habitantes de Puerramal solicitan la intervención de las autoridades. Necesitan ser reubicados y que el Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda les entregue casas.
Hasta la semana pasada, la maquinaria retiraba la tierra del derrumbe. Bertelina Estrada conoce que los trabajadores tardarán dos meses para despejar la vía. La arteria es clave porque conecta El Chical con Tulcán y por allí se trasladan los productos. Para abastecerse de víveres, las personas caminan hacia el otro lado. Los carros que acostumbraban ir a El Chical se parquean al frente y desde ahí venden los productos.
La vía Chical – El Carmen – Limonal no tiene daños. Pero el puente sobre el río El Chical está a punto de caer. “Me duele ver a mis hijos que sufran justo en Navidad”, dice José Alquímedes Acero y cubre su rostro para no mostrar sus ojos húmedos.