Cuatro kilómetros separan a las comunidades Chacauco y Bilbao del volcán. Todos los días, 50 moradores de los dos poblados van a trabajar en sus cultivos de papas, habas, maíz, tomate de árbol y a dar de comer a sus animales. Entran a las 07:00 y salen a las 17:00. Los pequeños poblados están en las faldas del Tungurahua, que se reactivó el 28 de mayo. Antes de ingresar se registran en un improvisado puesto de control militar en la parroquia Cotaló, del cantón Pelileo, en Tungurahua. Los militares impiden el paso de niños, adultos mayores y curiosos a estas zonas de alto riesgo. Antes de llevar a los campesinos a sus chacras, cinco militares revisan la lista. El grupo está al mando del mayor Vicente Andrade, de la Escuela de Formación de Soldados de Ambato.La Escuela abastece y apoya en la movilización de la gente entre los refugios y sus lugares de trabajo. También transporta balanceado y brócoli para el ganado.En los centros poblados de Bilbao y Chacauco están dos camiones con 10 soldados cada uno. En caso de una emergencia, ellos deben sacar en 15 minutos a todas las personas. Andrade dice que ese tiempo tardan los camiones en ir y traer a las personas. En la plaza de Cotaló, un grupo de militares se moviliza a pie y otros viajan en camiones. Van por una vía estrecha hacia otro control, 500 metros antes de las comunidades de San Juan y Pillate, también aledañas al volcán.Jorge Villalba, subjefe del Departamento de Comunicación Social del Ejército, explica que 300 militares trabajan en Bilbao, Chacauco, Pillate, San Juan, Cusúa y Juive Grande. Tienen 50 vehículos para el traslado. Luz Mariño, vecina de San José de Cotaló, cuenta que los militares los llevan a los sitios de trabajo, porque no hay camionetas. El paso está cerrado hace 15 días. Más adelante están Cusúa y Juive Grande. El capitán Joffre Hernández, de la Brigada de Infantería 13 de Pichincha, se encarga de la vigilancia de las dos zonas. Dice que tiene 20 minutos para sacar a las 35 personas que ingresan en la mañana y cinco familias que no abandonaron el pueblo. “Es una zona peligrosa, porque en la erupción del 2006 por este sitio bajaron los flujos piroclásticos que arrojó el volcán”. El centro poblado de Cusúa, de casas de ladrillo y techo de fibrocemento, está desolado. Aparece Cecilia Arguello. No saldrá, porque las explosiones de la Mama Tungurahua bajaron en los últimos días. Por eso se quedó con sus hijos Patricio y Patricia. Cosechó seis quintales de tomate de árbol que venderá en Pelileo en USD 28, cada uno. “Saldremos cuando el volcán nos anuncie una erupción más fuerte”.