Un microchip colocado en el aparato digestivo de las reses permite mejorar el control de la vacunación de la enfermedad de la aftosa.
Cuarenta ganaderos de Santo Domingo de los Tsáchilas ya implementaron este novedoso sistema electrónico en sus propiedades.
El microchip es un pequeñísimo circuito que, por su diseño, es del tamaño de un grano de arroz. Este dispositivo almacena datos como raza, sexo, fecha de nacimiento, ubicación geográfica y nombre del propietario. Además, si el ejemplar fue o no vacunado contra la fiebre aftosa, brucelosis y tuberculosis bovina.
Este sistema no es nuevo en el país. Los ganaderos lo aplican desde hace seis años. En Ecuador, la empresa Inventagri (Rumitag – Eon Trading) es pionera en la implementación.
El microchip está introducido en una cápsula de cerámica de cinco centímetros de largo y uno de diámetro. Este pequeño sistema se llama bolo ruminal. Se usa este término porque es aplicable a los rumiantes como los bovinos, ovinos, caprinos y camélidos. Pablo Jaramillo, representante de la empresa, explica que el código de este dispositivo puede ser leído, almacenado y transferido a un sistema computarizado.
La cápsula que contiene el microchip se introduce vía oral en los rumiantes. A través de una especie de pistola se dispara la cápsula hacia el aparato digestivo.
En el caso de los vacunos, llega al primer estómago, pero se aloja de forma definitiva en la segunda panza. Jaramillo hace una comparación: es como si una pequeña piedra se alojara en la apéndice de un ser humano.
La información del microchip se lee con un equipo lector. Los datos obtenidos se visualizan en una pantalla de este equipo.
A todo este sistema de información (microchip, cápsula, lector y sistema computarizado) se le denomina trazabilidad. Esto porque se cruza información entre los ganaderos, instituciones de control de vacunación e incluso la Policía, en caso de abigeato.
Además de llevar un control y una administración correcta, eficiente y segura en una empresa, ofrece beneficios complementarios para el aseguramiento de la calidad y el control de producción del ganado.
Jaramillo dice que el sistema no permite la ubicación satelital, como sucede con el sistema hunter para encontrar carros robados o celulares. Dice que con ese método se tendrían que usar señales de radiofrecuencia que aún no están autorizadas por la Organización Mundial de la Salud.
El microchip queda en cada ejemplar hasta su muerte o sacrifico. En caso de que el ganado ingrese a un camal, el propietario recupera este dispositivo, lo formatea y lo puede introducir en otro animal.
Es posible aplicar el microchip desde el nacimiento del animal, aunque esto depende de la raza. Por ejemplo, en la raza sahiwal se debe esperar tres días hasta que el ternero logre peso y se amplíe su traquea o tubo digestivo, por donde ingresa la cápsula a fin de evitar que le produzca alguna lesión.
El precio de cada unidad es de USD 5,97 y dura 30 años.
Uno de los primeros ganaderos que implementó este sistema en Santo Domingo de los Tsáchilas es Vinicio Arteaga, quien es presidente de la Asociación de Ganaderos de Santo Domingo.
Para Arteaga, el factor más importante es que “se sistematiza el proceso, se elimina el factor humano y el trabajo mal hecho”. Se logra que la máquina “nos diga el nombre de la vaca con un sistema de identificación única, que es igual a una cédula de identidad”.
En su propiedad se puso en 400 reses y calcula que en esta provincia 10 000 animales de 40 haciendas tienen el dispositivo.