Jaboncillo, una nueva ruta arqueológica

En un mirador se puede descansar en estas sillas ceremoniales de la cultura Manteña. Patricio Ramos / EL COMERCIO

En un mirador se puede descansar en estas sillas ceremoniales de la cultura Manteña. Patricio Ramos / EL COMERCIO

Las garúas sostenidas y las primeras lluvias de enero causaron el reverdecimiento de los ceibos, árboles emblemáticos del cerro Jaboncillo, cinco minutos al noroeste de Portoviejo, en Manabí.

En el 2009, 3 500 hectáreas de Jaboncillo fueron declaradas por el Gobierno como reserva natural y arqueológica. Esa designación sirvió para que se convierta en un atractivo turístico, alrededor de la arqueología.

En el macizo está en la parte alta de la parroquia Picoazá. Según consta en crónicas escritas por el historiador estadounidense Marshall Saville, existió una ciudad de la cultura Manteña.

Una vía que conduce a las faldas de Jaboncillo está siendo adoquinada en estos días. En esa zona, además, se construye un museo a gran escala que será inaugurado en febrero. Esos trabajos están a cargo del Centro Cívico Ciudad Alfaro, a través del proyecto Ciudad de los cerros de Hojas y Jaboncillo.

Para acceder al complejo arqueológico hay una vía lastrada de 3 kilómetros. Llegar a pie toma entre 40 y 50 minutos. También se puede ingresar en un vehículo.

Rody Macías, experto en temas de flora y fauna, realiza estudios en Jaboncillo. El pasado 8 de enero, Macías fotografiaba plantas y animales. Para ello utilizó un dron (vehículo aéreo no tripulado, equipado con una cámara de video).

Un teléfono celular recibía las imágenes y las transmitía para verlas en la pantalla de un computador portátil. "Aquí hay más que arqueología, aquí está in situ una buena parte de la historia de la cultura Manteña", explicó.

En la zona se pueden apreciar vestigios en cerámica, construcciones en piedra, silos para almacenamiento de alimentos secos, cisternas para acopiar agua en garúas constantes. Además, se ven especies animales y vegetales por todas partes.

Y paso a paso, con la guía de Lissette Cevallos, de Picoazá, se puede recorrer una porción del cerro, que en su parte más alta llega a los 700 metros sobre el nivel del mar.

Ella camina presurosa junto a Macías y otros visitantes.

Ella muestra y describe en tres centros de interpretación parte de la historia de Jaboncillo. En los módulos construidos con estructura de madera, paredes de ladrillo y cubierta de cade (hojas de la palma de tagua), se aprende de la historia y tradiciones de Picoazá. Sus habitantes son fieles devotos de los santos Pedro y Pablo.

En el segundo habitáculo se exhiben algunas de las piezas que hallaron los arqueólogos luego de realizar con cautela varias excavaciones. En un tercer módulo se explica todo lo referente a la flora y fauna del cerro.

También existe un mirador desde donde se puede observar el valle del río Portoviejo. En ese lugar fue acondicionado un espacio en el que se muestra el centro ceremonial, con las sillas en forma de U que eran utilizadas por los personajes más importantes de los manteños.

Desde lo alto se puede apreciar a plenitud la importancia de los ceibos en el cerro. Están por doquier y su belleza se resalta con el verdor típico de esta temporada invernal. Macías asegura que los turistas llegan mucho para fotografiarlos. Estos árboles tienen fama de formar bosques con un toque fantasmagórico. De allí su atractivo.

Después de dos horas de caminar por los senderos de entre 1,50 y 2 metros de ancho y de 2 kilómetros de longitud, en promedio, el recorrido llega a su fin.

Los visitantes terminan agitados y húmedos por el esfuerzo tras haber recorrido en unas tres horas las 57 hectáreas que tiene el complejo arqueológico. Las visitas se pueden realizar de lunes a domingos de 09:00 hasta las 16:00. El ingreso es gratuito.

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