Pedazos de zinc y tablas enlodadas ocupan lo que antes fue el patio de la casa de la familia Pinargote Correa, en el recinto La Mina del cantón Atacames, en Esmeraldas.
Después de una fuerte lluvia, el inmueble se desplomó. “Me levanté como todos los días y parecía que todo estaba normal después de la tempestad. A las 08:00 me di cuenta que la tierra estaba cuarteada”, cuenta, con voz entrecortada, Elisa Correa.A las 12:00, mientras preparaba el almuerzo se tropezó. Bajó su mirada al piso y se dio cuenta que una parte de la cocina estaba hundida. “Sentí una sensación de miedo, de mucho miedo”.
La vivienda era de madera. Tenía sala, comedor y dos dormitorios. La estructura, que fue levantada hace 11 años, se redujo a escombros. La familia integrada por cinco personas, ahora vive en la casa de un pariente.
La comunidad campesina La Mina está ubicada a 20 minutos de Tonchigue. Se ingresa por un camino estrecho y de difícil acceso. Hay charcos y lodo a lo largo de todo el trayecto.
Al aproximarse al pueblo se observan casas dispersas. En el centro del poblado está una escuela. Hay tres aulas y una cancha de fútbol enlodada, con arcos destruidos. El lodazal y las constantes lluvias inquietan a los pobladores. Ellos temen que lo que le ocurrió a la familia Pinargote Correa, se vuelva a suceder en otras casas.
El temor es mayor, porque las lluvias de las últimas dos semanas han ocasionado asentamientos de tierra que ponen en peligro las estructuras de las casas. Hasta ahora, son cuatro las edificaciones que están al borde del terreno que presenta grietas de hasta 5 metros de ancho.
En el poblado hay 50 casas. Después de cada lluvia, aparecen más fisuras en el piso.
Aída Rosero, de 65 años, reza para que su vivienda no se destruya con el hundimiento. Por eso, todos los días, lo primero que hace es ver a qué distancia está su casa de la grieta. Actualmente hay 4 m de separación.
Tres terrenos de sus hijas, de 15 m por 50 m, se perdieron con el derrumbe. Ellas aplicaron para ser beneficiarias del Bono de Vivienda, pero ya no tienen dónde construir. Solo se quedaron con las escrituras de los predios.
“Era lo único que teníamos para vivir y nunca nos imaginamos que un día amanezca la tierra hundida. La verdad que eso da miedo”, dijo Carlina Rosero.
La Mina es el segundo poblado de la provincia de Esmeraldas amenazado por los hundimientos. Desde hace un mes, en el barrio San Jorge Alto, del Valle San Rafael, también se presentan grietas en las calles y enormes fisuras en los pisos y paredes de las casas. Algunos vecinos ya fueron trasladados a albergues.
Hasta el momento, 29 familias han sido evacuadas. Están albergadas en un coliseo. Allí levantaron covachas y no tienen servicios básicos. El Miduvi estudia la reubicación definitiva de esas familias a sitios seguros.