El cuencano José Alvarado fue un visionario para su época. En su casona, ubicada en el Centro Histórico de la capital azuaya, aplicó una estrategia innovadora al inicio del siglo 20.
Él era el principal importador de latón del sur del país. Por ello, buscó la forma que sus clientes puedan admirar las bondades y elegancia que ofrecía este material en las paredes, aleros, cielo raso, zócalos, marcos de las ventanas y puertas y en otros espacios. Exhibió el latón en gran parte de su inmueble, de 1 000 metros cuadrados.
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En total exhibió unos 640 metros cuadrados de diferentes modelos de latón, que era importado de Europa y Estados Unidos. A inicios del siglo 20 tenían gran aceptación en Cuenca por la influencia de la arquitectura francesa. Ese material aún está presente en la Catedral Vieja, Corte de Justicia, iglesias y casonas del Centro Histórico.
Alvarado también contaba con catálogos de sus productos. El latón llegaba sin ser pintado y en la capital azuaya se escogían las tonalidades, que eran pintadas por los artesanos locales.
En la actualidad, este inmueble, que fue restaurado, pertenece a la sede administrativa de la Bienal Internacional de Cuenca. El latón se combina con la pintura mural en esta casona.