Wálter Bayas es un agricultor, quien hasta antes de 1998, se dedicaba solo a sus tierras. Ese año, una erupción del Tungurahua afectó sus tierras en la población de Cusúa, cercana a Baños. Por falta de información no supo cómo actuar. Por eso, voluntariamente se unió a la Defensa Civil. Ahora son 40 personas de siete comunidades ubicadas en las faldas de volcán que instruyen permanentemente a los vecinos. Incluso, cuando la población es evacuada, los voluntarios se quedan para alimentar al ganado, cuidar las pertenencias y las plantaciones. Todos usan chompas y chalecos con colores claros de la Defensa Civil. El pasado viernes, cuando se reactivó el volcán, Bayas se disponía a trabajar en sus tierras. Pero escuchó los primeros bramidos y sintió la presencia de ceniza. Intentó comunicarse con la estación Guadalupe, en donde técnicos del Instituto Geofísico vigilan el Tungurahua, pero los equipos no estaban encendidos por falta de energía eléctrica. “Entonces gritamos y pedimos que todos salieran de las viviendas”.Bayas aprendió a manejar una radio portátil y las claves para comunicarse. 7-3-J-1 dice mientras saluda con el personal del Municipio. Junto a él trabaja Wilson Pérez, otro campesino que aprendió a dialogar con claves. En Cotaló, otra comunidad cercana al volcán, cuatro parlantes sirven para comunicar las novedades. Un poco más alejado está Chacauco, la comunidad de 30 familias que está abandonada. Luis Egas es el presidente del barrio. El domingo, él y dos personas seguían allí.Los tres llevan en sus cinturones equipos de comunicación. Poco a poco aprendieron a manejarlos y ahora sirven para comunicar a la estación Guadalupe si el sector está afectado o no.