Primera Válida Nacional de Carreras de Coches de Madera. Foto: José Luis Mafla / EL COMERCIO
Primera Válida Nacional de Carreras de Coches de Madera. Foto: José Luis Mafla / EL COMERCIO
Primera Válida Nacional de Carreras de Coches de Madera. Foto: José Luis Mafla / EL COMERCIO
Primera Válida Nacional de Carreras de Coches de Madera. Foto: José Luis Mafla / EL COMERCIO
Primera Válida Nacional de Carreras de Coches de Madera. Foto: José Luis Mafla / EL COMERCIO
Tras descender a una velocidad de 63,22 Km. por hora, el piloto Julio Cunalata y su hermano Jaime, copiloto, se convirtieron ayer, 24 de mayo del 2014, en los ganadores absolutos de la Primera Válida Nacional de Carreras de Coches de Madera.
La cita se cumplió en la ciudad de Pimampiro, provincia de Imbabura, en el norte de Ecuador.
La geografía inclinada permitió que el vehículo de la dupla, construido con un tablón de dos metros, asientos acolchonados y llantas neumáticas, devore en apenas 11 minutos y 39 segundos los 12 Km. de la prueba, considerada la más larga del país en su género
“Esta competencia comenzó hace muchos años”, comenta sin precisar una fecha, Amable Armas, nacido en la localidad hace 58 años. Con un desdén de orgullo asegura que él también compitió un par de veces cuando tenía 16 años.
Mientras tanto, Luis Alfonso Paucar, de 67 años, otro vecino, señala que la singular carrera inició en 1981, cuando Pimampiro alcanzó la cantonización por Decreto Ejecutivo del entonces presidente Jaime Roldós. “Desde ahí se repite cada año durante las fiestas”.
Sin embargo, esta vez dejó de ser una competición local para transformarse en una válida nacional, que congregó a 35 pilotos de Imbabura, Carchi, Pichincha y Tungurahua.
La fama y la promoción permitieron que una buena parte de los 1 297 habitantes de este cantón imbabureño, famoso por la producción de tomate riñón, se ubique a lo largo del ramal que conecta a los páramos del Alisal con la ciudad de Pimampiro.
Según Paucar, el Alisal está ubicado a 2 400 metros de altura. Es decir, 200 más que la zona urbana, en donde se instaló la meta.
Julio Cunalata, en el volante, y su hermano Jaime, de pie tras el vehículo, para mantener el equilibrio, alzaron la copa por segundo año consecutivo, demostrando que siguen siendo los reyes en esta tradición pimampireña. Ellos compitieron en la categoría llamada fuerza libre, que admite coches equipados con llantas neumáticas, amortiguadores y hasta frenos hidráulicos de automóvil.
Mientras tanto, en la variedad llantas de aire, atravesó primero la meta el equipo compuesto por Cristian Yépez y Daniel Mejía. Ellos hicieron un tiempo de 13 minutos 10 segundos. En la tercera categoría, de llantas de madera, la pareja ganadora estuvo integrada por Fernando Columba y José Luis Chachaló. Ellos invirtieron 12 minutos y 23 segundos.
El circuito, que contiene tramos de carretera empedrada, tierra y adoquín, sorprendió a más de un amante de la velocidad. Hubo varios coches que se volcaron en el camino. Una ambulancia trasladó a un par de deportistas golpeados. Paucar recuerda que inclusive varias personas han muertos en esta competencia. La curva de San Juan también conocida como la ‘Curva de la Muerte’ es uno de los tramos más complicados del trazado. Es un semicírculo cerrado situado junto a un abismo.
Sin embargo, cada año hay más competidores. “Es un deporte fascinante lleno de obstáculos. Eso le da más emoción”, explica Julio Cunalata, quien ahora tiene 33 años. Ha corrido la mitad de su vida en esta disciplina. Siempre acompañado de su hermano, de 28 años, a quien a pesar de la cercanía no le confía el volante.
Los coches en Pimampiro son parte de la cotidianidad de esta jurisdicción. Según el alcalde Oscar Narváez la mayoría de hijos de este cantón, mejor conocido como la Tierra del Sol, han crecido con los coches. Pero no son solo juguetes. En el mercado de la ciudad es una herramienta de trabajo que ayuda a los comerciantes de alimento a trasladar los productos de un sector a otro de la urbe. A ello hay que adicionarle el carácter nacional que ahora tiene. Quizá por ello ayer la carrera no solo concentró a vecinos y turistas. También a varias radiodifusoras, que transmitieron el descenso con un tono lleno de emociones.
Para darle mayor solemnidad, la Primera Válida Nacional de Carreras de Coches de Madera estuvo bajo la vigilancia de los jueces de la Unión Ciclista Internacional (UCI). Con cronómetro en mano y radios de comunicación los especialistas indicaban los tiempos que alcanzaban cada uno de los deportistas en una carrera contra reloj.
Con la llegada de la noche los coches se embarcaron en camiones y camionetas y partieron. Y en la calle quedaron grabadas las líneas negras de los frenazos y un olor a caucho quemado.