Dilma y la corrupción

Del ‘mensalão’ a Petrobras.Dos tremendos escándalos atravesaron la vida pública de Brasil en tiempos de los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT).

Si el conocido como ‘mensalão’ (escándalo de millonarias mensualidades a legisladores aliados del PT a cambio de sus votos), en el año 2005, agobió al gobierno de Lula da Silva, la denuncia corrupción con dineros de Petrobras inquieta a Dilma Rousseff.

Ya el escándalo se prendió en la campaña electoral y atraviesa -en su fase de investigación a cargo del Supremo Tribunal Federal- a 54 políticos de distintos partidos.

Aun así, Dilma ganó las elecciones a Aécio Neves en segunda vuelta, con 5% de diferencia. Pero es importante entender en democracia que la legalidad de una elección y la legitimidad de los votos no garantizan la impunidad. Por eso es crucial tener cortes independientes, sin presiones de los poderes políticos (ni de las fuerzas de gobiernos ni oposición), que eviten que alguien meta las manos a la justicia para torcerla.

La oposición planifica una marcha por el juicio político y la destitución de Dilma para el domingo 15. Eso sucede en las sociedades democráticas. No se trata de desestabilizar al Gobierno por su extracción política e ideológica. Algunos analistas que defienden su gestión creen que es una jugada política.

El problema de fondo, y es el meollo de lo que debe dilucidar la justicia, es la responsabilidad en los escándalos de corrupción con agentes políticos del partido de la Presidenta y de otras tendencias aliadas y hasta de la oposición, justamente cuando Dilma Rousseff presidía la junta administrativa de ­Petrobras en el gobierno de Luis Inácio Lula da Silva. Seis grandes empresas de construcción fueron acusadas de sobrefacturar licitaciones, de pagar millonarios sobornos cuyos recaudos iban a engrosar las cuentas de los partidos.

La democracia se susten­ta en la transparencia. La impunidad es una lacra que la pudre.

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