La estadística señalaba hace un tiempo el promedio de un Presidente de la República por año, incluso batimos un récord mundial de tres mandatarios en un día. Ahora hay una nueva estadística que señala una elección por año y a futuro cuantas sean necesarias para que los políticos gocen.
Para quienes estamos excluidos del fragor político, esta campaña electoral, como tantas otras, fue decepcionante, especialmente por el tono de beligerancia, de ataques, descalificaciones, violencia verbal y física, persecuciones, acoso, etc.
Apenas la consulta se convocó, fue advertido que estas elecciones desatarían las más bajas pasiones, que saldrían a flote los instintos de poder más perversos. Lo que tal vez no fue señalado es que el grado de euforia política ha llevado a que amigos y parientes dejen de hablarse o de saludarse o que colegas del oficio ahora denigren gratuitamente por el solo hecho de que no a todos convence el pensamiento único.
Colegas periodistas con quienes antes se podía hablar, ahora no saludan, tal vez por una idea paranoica de que pudieran sufrir retaliaciones, pero no se dan cuenta que el poder es tan efímero que quien sabe si tarde o temprano, pero algún día, dejarán de gozar de los privilegios actuales.
Deprime ver cómo los hechos se sacan de contexto con la mayor frivolidad. Pienso en Félix Narváez, por ejemplo, cuando le sacan al aire una conversación privada sin su autorización. Recordemos todo el escándalo que se hizo cuando fue publicado un video que afectaba la honra de un importante e inamovible funcionario del Gobierno.
El nueve de julio del 2007 se dictó un decreto: “Se prohíbe reproducir videos y/o grabaciones magnetofónicas clandestinas y/o no autorizadas a grabar por parte de quienes aparecieren involucrados o intervengan en el video o grabación, de manera que se afecte el derecho a la intimidad y al honor de las personas consagradas en la Constitución Política de la República”.
Durante la campaña, sin ningún rubor, se subieron toda clase de videos descontextualizados, se escarbó el pasado de las personas de pensamiento libre. Pienso en Jefferson Pérez, me pregunto qué derecho tiene el presidente del Congreso para denigrar a una de las mayores glorias del deporte nacional. El ecuatoriano que más veces se ha subido a lo más alto del podio atlético. Fue acosado por pensar diferente, esto es deprimente.
¿Por qué tanta euforia política? El poder obnubila, no permite ver alrededor. Qué bueno que el espacio se acabó porque si algo me hizo sentir pena durante esta campaña fue ver a un viejo amigo hablando mal de sus colegas con quienes compartió jornadas de glorias y de alegrías. No es su culpa, pobre Polito, qué insensata es la política, qué deprimente y al mismo tiempo asquerosa.