A fines del siglo pasado, inmersa en una profunda crisis, la Argentina no tuvo otra opción que dejar de pagar su deuda con los acreedores privados y los gobiernos.
Cuando la situación interna se fue normalizando, el Gobierno ofreció a los tenedores de bonos pagarles treinta centavos de dólar por cada dólar de deuda emitida.
Una importante mayoría acogió la propuesta, pero como no se logró la unanimidad, quedaron acreedores rezagados que inmediatamente iniciaron acciones judiciales para recuperar el monto de sus inversiones.
Sin importar las consecuencias posteriores, la estrategia fue considerada poco menos que genial.
Pero aún faltaba otra movida mediática, esta vinculada al controversial FMI, institución que había concedido créditos para solventar la crisis económica y financiera de los últimos años de la convertibilidad.
En aquella época el Gobierno decidió utilizar las reservas que se habían acumulado para pagar en dinero contante y sonante nada más que USD 9500 millones que la Argentina debía a dicha institución. Una vez más, aplausos generalizados. Se había logrado romper con el FMI, y logrado la independencia económica de la Argentina. ¡No más condicionalidades con los representantes del neoliberalismo!
Pasado el tiempo, la situación financiera en vez de mejorar, fue deteriorándose debido al populismo económico.
Impedido de acceder a los mercados internacionales por las demandas judiciales interpuestas por los acreedores el Gobierno tuvo que pasarle el sombrero al comandante Chávez para que le compre bonos para financiar sus necesidades.
De una tasa de interés muy baja que pagaba al FMI pasó a pagar el 15% por los bonos bolivarianos.
Cuando esta fuente se saturó, el Gobierno decidió estatizar los fondos privados de pensiones, y les metió la mano a los ahorros de los trabajadores para financiar el déficit público.
Cuando la política de mayores impuestos a las exportaciones fracasó y la crisis internacional se hizo presente, el Gobierno decidió reabrir las negociaciones con los acreedores rezagados para poder acceder a los mercados internacionales.
Para darle credibilidad a la propuesta, el Gobierno decidió por decreto utilizar parte de la reservas internacionales para garantizar los pagos. El titular del Banco Central se opuso, ya que las deudas que se pretendían garantizar con las reservas son del Gobierno y no del Banco Central.
El Gobierno ante el desacato decidió destituirlo. La función judicial intervino en el conflicto y le dio la razón al destituido gerente. Pero el Gobierno envió policías para que el gerente no pueda entrar a sus oficinas y nombró a un sustituto.
Así las cosas, lo que está sucediendo en la Argentina es el resultado de un cúmulo de decisiones erradas que han llevado a ese país a una situación externa e interna sumamente delicada.