Quisiera poder apelar directamente al amigo lector que no entiende de política, y ni siquiera le gusta. A él, le contaría que el país pasó en estos cuatro años de ser un país con problemas típicos de una democracia en vías de desarrollo, con élites desastrosas, siempre pensando en cómo mejorar sus negocios, y con muy poca capacidad de tender puentes para realizar acuerdos nacionales. Un país con partidos desarticulados, pero sobre todo con un muy mal récord de crecimiento económico y creación de empleo, que terminaba pasándole factura a la ya escuálida democracia existente. Todos sabíamos que si un gobierno pudiese cambiar al menos alguno de estos nefastos legados del pasado, ya habría cambiado en algo el curso de nuestra historia.
En estos cuatro años, el paisaje ha cambiado completamente. No solo que nuestros problemas no han mejorado, sino que se han agravado. A veces me parece que el Ecuador ha regresado a la Inglaterra de 1215, donde los pobladores tenían que luchar por decir las cosas abiertamente a su monarca y no ser encarcelados por hacerlo. Exagero a propósito, para que podamos entender la gravedad del asunto. La democracia se basa en la sencilla pero formidable creencia que debemos ser gobernados por otro individuo como nosotros, sometido a las mismas leyes y merecedor de los mismos privilegios que todos los demás. Pero no solo eso, un individuo capaz de ser el más humilde de los servidores y por lo tanto, estar dispuesto a ver mermado su derecho al prestigio y la intimidad personal, a ser criticado y escrutado en forma incisiva y permanente, precisamente porque es un servidor y no un monarca.
Pero en estos cuatro años, la tolerancia democrática se ha esfumado, y muchos ecuatorianos tienen que pelear día a día porque se les respete derechos fundamentales como libertades civiles y políticas. No hay respeto a estos mínimos derechos si ciudadanos son apresados por la simpleza de hacerle una mala seña al Presidente de la República, porque le gritaron fascista, porque escribieron un libro –como Calderón y Zurita- que no le gustó o, porque se publicó una columna críptica con afirmaciones temerarias; donde además se juzga a un coronel de Policía por dar declaraciones contrarias a la versión presidencial y en lugar de recibir una amonestación por sublevación se le juzga por magnicidio; donde se ha llegado al punto de encarcelar a 2 estudiantes que repartían volantes por el no en la consulta, cuando la caravana presidencial estaba pasando (Carchi, esta semana). Es claro, clarísimo, que este no es el país que esperábamos de Rafael Correa hace 4 años. Y si no era posible para la Revolución Ciudadana mejorar las condiciones estructurales de la economía, al menos me hubiese conformado con que dejaran a la democracia escuálida como estaba. Por lo menos existía, hoy está en estado de coma.