San José, AFP
Unas 225 piezas de oro, jade, piedra y cerámica, lo más granado del patrimonio arqueológico costarricense, se exhiben estos días en el Museo Nacional de San José, tras un exitoso paso por Montreal.
Aves rapaces, alacranes, arañas en oro, fastuosos metates de piedra tallada con cabezas de animales, que servían para moler el grano en su superficie ligeramente cóncava o con fines ceremoniales, vasijas con representaciones de animales y personas, y refinadas esculturas en piedra reflejan la riqueza natural y la variedad que ya exhibían las culturas precolombinas de Costa Rica.
Los objetos de esta exposición, “Costa Rica: Tierra de Maravillas”, fueron fabricados y esculpidos entre los años 500 antes de Cristo y 1500 d.C hallados por todo el territorio costarricense, que fue “puente” y “filtro” de las culturas mesoamericanas y sudamericanas, explica Marlin Calvo, jefe del departamento del Patrimonio Cultural.
En comparación con la exuberancia de aztecas y mayas, en el norte, o de los incas en el sur, la riqueza arqueológica costarricense encontrada en sus tres grandes regiones arqueológicas es muy modesta, pero no por ello menos interesante, ya que denota la sofisticación de artesanos y orfebres de la época y da muchas pistas sobre el sistema político y social y del comercio de los pueblos autóctonos.
Aunque los precolombinos costarricenses absorbieron ideas de los pueblos del norte y sur de América – “el libre comercio ya existía”, dice la directora del museo, Rocío García- en el país hubo desarrollo autóctono, profundamente marcado por la exuberante naturaleza que los rodeaba.
“El eje temático es la riqueza natural, la fauna y la biodiversidad” que rodeaba a estos pueblos muy diferentes entre sí que desarrollaron “un sistema de cacicazgos que había permitido el control y el desarrollo de relaciones complejas”, dice Fernández.
Uno de los objetos más espectaculares de la exposición, que fue visitada en Canadá por más de 80 000 personas, es un pectoral de un jade purísimo, de inspiración olmeca, encontrado en una tumba en Talamanca de Tibás, no muy lejos de la actual San José, fabricado en forma de concha-cuchillo en el que está grabado una mano que sostiene un animal mítico.
El uso de materiales que no se encontraban en territorio costarricense, como el oro, que los orfebres locales empezaron a trabajar hacia el 500 a.d.C y mezclaban con cobre y con técnicas que “probablemente” vinieron de Perú antes de pasar por Ecuador, Bolivia y Colombia, o el jade intriga a los investigadores.
Eso pondría en evidencia que importaban las materias primas y la “transformaban con estilos propios”, dice Calvo, quien reconoce que la investigación en este área es una asignatura pendiente para desentrañar el pasado.
Éste guarda su memoria en tres grandes regiones arqueológicas: Guanacaste (noroeste), donde se han encontrado grandes cantidades de objetos de jade y cerámica policromada; la región central, donde aparecieron los más bellos metates y alberga los sitios arqueológicos de Guayabo y Las Mercedes, y Diquís (suroeste) , que ha legado abundantes objetos de oro y misteriosas esferas de piedra.