El último sol de la tarde dejaba reflejos fabulosos sobre las antiguas construcciones de la encantadora plaza San Juan de la Cruz en Granada. Una procesión de Semana Santa pasaba cerca, nos llegaba el olor del incienso y la vista de las magníficas rosas cubriendo el pedestal de la virgen. Sobre la mesa de la terraza habían dos sensacionales jugos de frutas naturales. Mi hermano alternaba sus estudios de alemán con dosis de gran humor que me dirigía generosamente. Yo leía las noticias.
“Francis, ‘El presidente de Ecuador, Rafael Correa, declaró que “no hay de qué preocuparse ni nada que temer” ante la decisión del Departamento de Estado norteamericano de suspender indefinidamente el mecanismo de dialogo bilateral entre los dos países.” Nos quedamos viendo un segundo, una pequeña sonrisa en su cara desató una carcajada de ambos.
Solo un contexto tan magnífico pudo hacer que nos riamos de una noticia tan grave. No está muy lejos de resultar graciosa su actitud despreocupada de veraneante en playa caribeña, nada coherente con una crisis con la primera potencia mundial y primer socio comercial. Sin embargo, es miope con respecto al impacto que esta tiene sobre el cumplimiento de sus propios objetivos.
Se ha montado un plan de contingencia para enfrentar los riesgos económicos para el caso de no renovarse la ley de preferencias arancelarias, Atpdea. A través de gasto público el gobierno de Correa sostendrá a las empresas afectadas por la crisis con EEUU. Otro paso más en la larga lista de acciones gubernamentales que nos han vuelto más dependientes de nuestros recursos no renovables.
Entre las cosas que deben darse para construir una economía no extractivista, el gobierno abre mercados para las empresas y asegura relaciones estables con socios comerciales adecuados. De esta forma el sector privado tiene asegurado un mercado internacional, y es capaz de aportar con suficientes recursos para que el gobierno financie su actividad.
Justo lo contrario a lo que ocurre ahora, el gobierno no ha abierto ni asegurado mercados relevantes para las empresas ecuatorianas y ahora es éste el que debe ayudar a los exportadores. Al no tener el gobierno suficientes ingresos fiscales de fuentes renovables, ¿de dónde cree que saldrá el dinero para mantener los servicios públicos? Luego se les acusa a los actores internacionales de ser los responsables de una eventual explotación del Yasuní.
Sin embargo, desde hace años que el Presidente ha trinado y retrinado en contra de la economía extractivista. Rafael Correa con sus contradicciones llega a causar mareo, otras veces puede ocasionar reacciones como las descritas al inicio; pero esperanza es algo que todavía no logra producir.