Declaraciones de Fernando Cordero, en aparente diferencia con el presidente Correa, han llevado a pensar en “Fabián“ Cordero, recordando a Fabián Alarcón que desde la Presidencia del Congreso se hizo del poder desplazando al presidente Abdalá Bucaram y la vicepresidenta Rosalía Arteaga.
No veo condiciones para aquello, a pesar que la felonía ha sido constante en el proceso político-gubernamental desde 2007.
Rafael Correa Delgado, dirigente estudiantil, entre rebelde y resentido, pasó de su cuasi preceptor Gustavo Noboa Bejarano, en la Universidad Católica de Guayaquil, en los años 80, a contratado de Santiago Gangotena, en la Universidad San Francisco de Quito, en 2000, con posgrados intermedios, sin militancia política ni revolucionaria.
Alberto Acosta y Eduardo Valencia le introdujeron en la academia y la política. Los dos, permanentes cuestionadores del neoliberalismo en el poder.
Ya en 2000, el chileno Juan de Dios Parra y Gustavo Larrea, desde la Asociación Latinoamericana de Derechos Humanos (Aldhu), le dieron cobertura. Larrea, además, le dio a Correa la formación política que él carecía.
Noboa y Gangotena no hacen política, pero no se han librado de epítetos gubernamentales.
Acosta intentó atenuar el sacrificio de principios que siempre había defendido para impedir una ruptura.
Lo viví cuando él fue Presidente de la Asamblea Constituyente, en cuanto al modelo extractivista, pero sobre todo cuando se desmantelaron los derechos sindicales de los trabajadores públicos, quitándole la protección del Código del Trabajo y de los contratos colectivos a los profesionales de las empresas públicas, que siempre la habían tenido.
Fue marginado de la Presidencia de la Asamblea en evidente acto de felonía. Su beneficiario directo fue Cordero, su sucesor, lo que le facilitó a Correa los fraudes que luego se produjeron en el texto constitucional.
Valencia fue decapitado en la Corporación Financiera Nacional por identificar a un familiar cercano y actual colaborador de Correa en el ilícito de tiempos de Mahuad y Noboa, cuando se recibió en la CFN papeles de entidades cerradas a su valor nominal, siendo que los traficantes de esos papeles, en su mayoría, los adquirieron a terceros depositantes con significativos descuentos.
Parra puso los pies en polvorosa cuando se acusó vinculaciones suyas con actores contactados con las FARC de Colombia, después que Correa le quitó a la Aldhu -y a Parra- los privilegios diplomáticos que los protegían.
Larrea está entre la cercanía de las palabras y las distancias reales. Una especie de limbo, sin destino propuesto.
Parecería sueño de perros una rectificación o una felonía de Cordero contra Correa en la Asamblea Nacional.