Han transcurrido más de cuatro años desde que el Gobierno anunció que pondrá en marcha un nuevo Código Laboral, para reemplazar el vigente que data desde 1938, pero esa iniciativa no termina de concretarse.
Desde la época de los exministros (solo de este Gobierno): Antonio Gagliardo, Richard Espinosa, Francisco Vacas, y ahora Carlos Marx Carrasco, este tema se ha vuelto tan repetitivo y no termina de sentar las bases para establecer un Código contemporáneo, que se ajuste a las reales necesidades de sus principales actores: empresarios y trabajadores o trabajadores y empresarios, como se lo quiera ver o interpretar.
El único mensaje ‘claro’ que transmite el Gobierno sobre este tema es que se trata de una ‘propuesta revolucionaria’, aunque eso signifique un constante borra y va de nuevo, que desarma cualquier análisis o estrategia que desde los sectores involucrados se quiera construir.
El Régimen, fiel a su estilo de preparar el ambiente con sus anuncios que generan aplausos, ahora lanza la idea de disminuir dentro de las empresas las brechas entre los salarios altos y los salarios bajos; sin precisar los cómos y dejando de lado aspectos relacionados con competitividad, productividad, preparación, etc.
Ese borra y va de nuevo lo único que genera es intranquilidad; tanto los grupos sindicales como los empresarios del país demandan una modificación al Código de Trabajo. Sin embargo, no termina de cuajar el proyecto definitivo, por lo que trabajadores y gremios productivos no alcanzan a debatir sobre un texto concreto y al final el único que conoce de la iniciativa y la debate es el Ejecutivo.
El entorno económico ha cambiado y el país se enfrenta a muchos retos, el acuerdo comercial con la Unión Europea (UE) por ejemplo, por lo que una reforma en consenso con el empresariado y los trabajadores y que tome en cuenta la realidad productiva, permitirá al país ser más competitivo sin arriesgar los derechos de los trabajadores y promoviendo el empleo digno.