Estos voluntarios decidieron iniciar una campaña para hacer un llamado a la amabilidad y al respeto dentro del bus. Foto: EL COMERCIO
¿Alguna vez ha sido víctima de malos tratos en un bus? La pregunta desató una lluvia de respuestas por parte de al menos 15 personas que esperaban una unidad, ayer (9 de abril del 2015), en la Estación Río Coca. “Nunca me ceden el asiento. Los hombres jóvenes se hacen los dormidos o hacen como si yo no estuviera”, cuenta Marcia Iturralde, de 69 años, quien debido a tres operaciones en su pierna, debe caminar ayudándose con un bastón. La mayoría de quejas por parte de los usuarios de este transporte gira en torno al irrespeto de las personas. Para Alejandra Salcedo, de 22 años, quien todas las mañanas toma un bus para dirigirse a la Universidad Católica, la mayor agresión es cuando las personas se meten en la fila para abordar un bus sin hacer cola. Ha recibido insultos y hasta amenazas, por protestar. A Paola Brito la han manoseado. Juan Carlos Almeida fue asaltado con un pedazo de botella. A Juan Castellanos le robaron la billetera sin que se diera cuenta. Las experiencias de los usuarios son similares; se quejan del mal olor, de la falta de cortesía, de la mala educación de personas que escupen en el suelo… Los usuarios coinciden en algo: el bus es un lugar desagradable, pero lo usan porque no tienen otra opción.
Frente a esa realidad, un grupo de voluntarios decidió iniciar una campaña para hacer un llamado a la amabilidad y al respeto dentro del bus. La tarde de ayer 9 de mayo, la terminal de la Río Coca se llenó de música, mimos, danzantes y pancartas con mensajes como “cede el asiento”, “no ensucies la unidad”, “respeta al resto de pasajeros”…
Para Fabricio Baldeón, director de la revista Cris y promotor del evento, basta con subirse una sola vez a uno de los buses de la ciudad para notar los graves problemas que ocurren. No habla únicamente del mal servicio, o del estado del vehículo, sino de la convivencia dentro de la unidad. Abusos, robos y groserías son parte de la rutina dentro del bus. Lo más grave, para Baldeón, es que eso está empezando a reproducir un patrón de conducta en los jóvenes, lo que está dando como resultado ver como normal ese tipo de acciones y está proliferando el irrespeto hacia los demás. Por eso la importancia y la urgencia de un cambio. La campaña se llama ‘Por una sociedad limpia y con valores’, y estará recorriendo los diferentes andenes, paradas y buses de la ciudad por los próximos tres meses.
“¿Usted es de los que pega el chicle en el asiento o arroja basura en el piso de la unidad?”,pregunta Baldeón con simpatía a un usuario que espera un bus. “No no, nunca”, responde el hombre sonrojado. Su esposa, quien está un puesto adelante lo defiende: “Él es bien educado, siempre cede el asiento y es respetuoso”. Algunas personas ríen, otra se acercan a dar su opinión al respecto, en especial mujeres.
Las estadísticas del Observatorio Metropolitano de Seguridad Ciudadana evidencian que el 71% de la mujeres que usan el sistema de transporte público tiene miedo de sufrir acoso o ataque sexual. Pero no es solo percepción: el 80% de las mujeres asegura haber recibido miradas morbosas, el 50% dice haber escuchado palabras obscenas y abusivas en su contra y el 83%, piensa que el bus es inseguro.
Cerca de un centenar de jóvenes y niños voluntarios creen que esa realidad puede cambiar. Que aún es posible que los caballeros se pongan de pie cuando aborde una mujer con niño en brazos o una persona con alguna discapacidad. Precisamente, entre los objetivos de la iniciativa está promover en la sociedad en general, el uso apropiado de las instalaciones de los trasportes públicos. Motivar a las personas a mantener un entorno limpio, libre de suciedad y de basura. Además, incentivar al buen comportamiento dentro de las unidades, andenes y paradas.
No es difícil, comenta Marcelo Arteaga, de 29 años, uno de los voluntarios que apoyan la campaña. ”Así sean dos las personas que cambian, habremos logrado el objetivo y evitaremos la proliferación de la violencia”.
Los participantes aseguran que el mostrar respeto, amabilidad, tolerancia y consideración no cuesta nada. Es gratis y puede cambiar la realidad que vivimos a diario en los buses de la ciudad.
La campaña no se limitará a este sistema de transporte. El objetivo es llevar la iniciativa a buena parte de los 3 130 buses que circulan en Quito, para que los conductores y cobradores se comprometan a respetar a los usuarios. El buen trato por parte del personal del bus es fundamental, tomando en cuenta que a diario, en promedio, un solo bus transporta unos 850 pasajeros. Las quejas de los usuarios hablan sobre el trato que reciben de los choferes: “aceleran y frenan de golpe, nos tratan como mecadería, no esperan que subamos o bajemos y arrancan. Una tiene que hacer malabares para no caer”, afirma Milani Caizatoa, usuaria. De hecho, solo en el primer trimestre de este año, la Agencia Metropolitana de Movilidad registró 82 casos de caídas de pasajeros de un bus. Además, la Ley de tránsito, Art. 391 señala que es una contravención de tránsito de sexta clase la conducta en la cual el conductor, controlador o ayudante de transporte público o comercial que maltrate de obra o palabra a los usuarios.
Según Baldeón, desde esta semana, todos los viernes, sábados y domingos subirán a las unidades, como vendedores ambulantes, para llevar el mensaje a la ciudadanía.
El proyecto tiene varios auspiciantes, entre ellos está la Secretaría de Seguridad y Gobernabilidad del Municipio, que les permitió el acceso a las estaciones y andenes.
En los próximos días se sumarán a esta iniciativa futbolistas y personajes conocidos, como la Reina de Quito, comentó Baldeón. El próximo macroevento será el 20 de junio, también con la participación de danzantes, teatreros, mimos y jóvenes positivos que aún creen que es posible construir una mejor sociedad.
Para Alfredo Viteri, experto en movilidad, el cambiar la actitud de la gente podría darle un giro drástico al transporte en la ciudad. Sostiene que así como tenemos derecho a exigir un servicio digno y de buena calidad, también tenemos el deber de mantener un comportamiento adecuado cuando viajamos dentro de las unidades. Viteri calcula que la mayoría de la población pasa dentro de un bus entre dos y cuatro horas de las 12 que usualmente pasa fuera de casa. “No podemos decir que es nuestro segundo hogar, pero sí que de esa convivencia depende muchas veces el ánimo con el que pasemos el resto de la jornada”. manifiesta. Más aún tomando en cuenta que casi el 75% de los viajes que se realizan en la ciudad se hace en transporte público y solo un 25% en auto privado.