La angustiante búsqueda de niños bajo los escombros de su escuela en México

Equipos de rescate trabajando en la edificación destruida de la escuela Enrique Rebsamen tras el terremoto de 7.1 que se registró en México el 19 de septiembre del 2017. Foto: AFP

Equipos de rescate trabajando en la edificación destruida de la escuela Enrique Rebsamen tras el terremoto de 7.1 que se registró en México el 19 de septiembre del 2017. Foto: AFP

Equipos de rescate trabajando en la edificación destruida de la escuela Enrique Rebsamen tras el terremoto de 7.1 que se registró en México el 19 de septiembre del 2017. Foto: AFP

Adriana se muerde los labios de angustia: su hija de siete años estaba perdida este miércoles, 20 de sepetiembre del 2017, bajo los escombros de su escuela derrumbada durante el terremoto que el martes azotó a México. Al menos 32 niños murieron aplastados en este lugar.

“No hay poder humano que pueda imaginar el dolor que estoy pasando”, dijo en la madrugada Adriana Fargo en un albergue improvisado a la intemperie, mientras espera noticias de su hija desaparecida bajo las ruinas de la escuela Enrique Rebsamen, al sur de Ciudad de México.

Sentada en una silla con los puños apretados y la mirada fija en el suelo, esta mujer traumatizada de cabellos rojizos no alcanzó a pronunciar el nombre de su hija. Cuando se le pregunta por quién espera, solo logra apretar los labios para contener un llanto que sería inconsolable.

Mientras, su esposo trabajaba hombro a hombro con los cientos de soldados, bomberos y rescatistas que, entre la oscuridad de la madrugada, removían cuidadosamente los escombros en busca de señales de vida de los pequeños.

Con picos, palas e incluso a mano limpia, estos hombres -que llevan casi 24 horas sin dormir y mal comer- no escatimaban esfuerzos en la angustiante carrera contrarreloj para encontrar con vida a los niñosque siguen desaparecidos en esta escuela primaria y secundaria.

“¡Silencio por favor! No caminen, no respiren, que tratamos de escuchar las voces” de los pequeños atrapados, clamaba desde el altavoz un policía, mientras un séquito de voluntarios, con linternas en la cabeza, llevaban largas vigas de madera para sostener los techos a punto de derrumbarse, en una zona acordonada por el ejército y casi imposible de penetrar para la prensa y los civiles.

La tarde del martes, el centro de México fue sacudido por un terremoto de 7.1 grados, justo el día que se cumplió el aniversario 32 del devastador terremoto de 1985.

Hasta el momento, el sismo dejaba 224 fallecidos.

Llueve sobre mojado
Esta tragedia sucede mientras México no ha superado aún el trauma que le dejó otro terremoto -de 8.2 grados- ocurrido el 7 de septiembre, que dejó una centena de muertos y numerosas casas destruidas, sobre todo en Juchitán, Oaxaca (sur) .

Después de ese sismo, las autoridades de México aseguraron que revisaron concienzudamente todas las escuelas del país y verificaron que sus estructuras estaban fuertes.

Pero un puñado de madres envueltas en cobijas, junto a Adriana Fargo, sufren mientras esperan noticias de sus hijos desaparecidos en la escuela Enrique Rebsamen, un edificio de tres pisos que se redujo a uno. Algunas padecen crisis nerviosas, y ninguna pudo articular una palabra.

María del Pilar Martí, profesora de la escuela, aseguró que los niños no alcanzaron a salir tras el sismo del martes.

“Nos tuvimos que resguardar en nuestros salones hasta que pasara el temblor (...) Se vino una nube de polvo cuando se colapsó una parte del edificio totalmente”, dijo portando un tapabocas.

“Aparentemente hay otros nueve cadáveres localizados” entre los escombros, y “parece que están a salvo unos veinte niños con una maestra, al interior de un salón”, dijo a la AFP uno de los rescatistas, bajo condición de anonimato, tras bajar de la inmensa montaña de ruinas.

Alrededor, tropas de ciudadanos voluntarios se organizaban para transportar, a través de una cadena humana, canastos repletos de botellas de agua hasta los rescatistas. Una vez vaciados, esos canastos regresaban llenos de escombros.

Frente a la escuela, dos personas sentadas en una mesa con una computadora hacían las veces de “centro de control” para llevar una lista de los niños muertos, rescatados y desaparecidos.

Pero la falta de transporte y los cortes de comunicación y luz eléctrica complicaban las cosas.

“Es un caos... hay niños que salieron heridos de la escuela y están en hospitales solos, sin sus padres. Mientras que aquí en la escuela hay padres desesperados que no encuentran a sus hijos”, dijo bajo el anonimato una de las personas que llevaba control de la lista, a la cual la prensa no puede tener acceso.

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