Por: DORIS OLMOS PACHECO
Pedro quiso ser boxeador, pero terminó como ladrón. No tuvo padre y su madre era “de la vida”, como lo dice él. Es de tez morena, algo musculoso. Sus ojos se asemejan a aquellos de las personas que han bebido mucho, pero él está completamente sobrio. La primera vez que tomó algo que no era suyo fue a los 14 años. Una bicicleta.
Tenga en Cuenta
César Lombroso, médico y criminólogo, tenía una teoría que señalaba que los delincuentes tienen ciertos rasgos físicos en común: frente prominente, pómulos salientes, ojos achinados, protuberancias en el cráneo. Su teoría ya no se usa.
Ahora, para robar ya tiene su técnica. A esa edad tuvo algo de miedo, pero hoy declara que no tiene temor y que hasta tiene tiempo para analizar a sus víctimas. “Yo primero les observo, les miro y luego ataco verbalmente. Les digo cosas como no te muevas, tírate al piso. No utilizo ninguna arma, con la cara nomás ya se asustan. Y si no me dan, les meto un guaracazo, así sean tucos”.
Quizá él no es como la mayoría de los ladrones de antes. El historiador cultural Manuel Espinoza Polo, cree que en el pasado “el robo era artístico. Habían ladrones de esos que le daban la mano y le robaban el reloj.
Y otros, como los de San Diego, que robaban solo cuando la gente se descuidaba. Ya eran bien conocidos. Además, eran parte de la comunidad, al punto que hasta saludaban cuando pasaban por allí”.
“Yo me dañé porque la familia no me apoyó. Mi mamá no me quería con ella. Yo ya sé que la gente lleva plata, por el ‘cuadro’ del bolsillo”.Pedro no es así. La última vez que asaltó a alguien se acercó a un joven, le puso el brazo alrededor del cuello y consiguió USD 1 000. Después, la víctima se desmayó. Unas cuantas cuadras más allá, fue capturado. “Cuando uno anda en esto tiene que ser astuto, pero en esa ocasión se me durmió el diablo”.
Él dice que solo trabaja una hora, con eso le basta. O sale a las 07:00 o a las 19:00. Otros ladrones manejan diferentes horarios, Juan, un accesorista, no tiene hora fija, solo trabaja dos horas diarias. Cuando era obrero en una fábrica tenía que laborar por lo menos ocho. Roba accesorios de carros y le basta con uno al día para cubrir sus necesidades. Su meta es hacer mínimo USD 50 diarios, después se retira a su casa y comparte su tiempo libre con sus hijos.
Hace seis años empezó todo. Cuenta que fue por casualidad. Un grupo de amigos le invitó como chofer en los robos, pero después decidió quedarse en el oficio, pero solo. La especialidad la eligió luego que se enteró que la condena por este delito es menor que por otros. “Yo no me atrevo a arranchar aretes, es mucho riesgo y poca plata”.
El aprendizaje del robo es familiar. Lo ven como un trabajo. Tienen una conciencia moral invertida. Sus acciones no les genera culpabilidad.Con su actual oficio cuenta que sus ingresos alcanzan los USD 2 000 mensuales. Una parte destina a sus gastos. El resto, lo ahorra. Su idea es ponerse un negocio o comprarse una casa rentera.
Al igual que el común de la gente, se reúne con los amigos del oficio. Allí se intercambian ideas sobre las condenas actuales, los sitios más vigilados y las mejores áreas para robar. Esto demuestra que ahora los ladrones manejan más información que antes y hasta conocen sus derechos, algo que lo han visto los policías. “Es habitual que cuando se detiene a un delincuente, este le diga yo tengo mis derechos, usted no puede toparme, no me intimide. Incluso ya tienen listos a sus abogados.
Frenología: su propuesta
Franz Gall (1758) tenía una teoría que decía que la conducta criminal proviene de determinadas disfunciones psíquicas del delincuente.
A tal punto que, a veces, el ladrón no llega todavía al centro de detención y el abogado ya está esperándole en la puerta”, cuenta el mayor Édison Valverde Rosero, de la Policía Judicial de Pichincha (PJ). Algunos hasta saben cómo pasar las pruebas psicológicas, cuando son hechas como un cuestionario. Ya se conocen las respuestas precisas. Ahora, la opción es realizar test gráficos para determinar sus rasgos antisociales o agresivos y si existe posibilidad de rehabilitación.
Los delincuentes también se han dado cuenta que cierta apariencia no es conveniente para su oficio. Manuel González, investigador del Instituto de Criminología de la Universidad Central, cuenta que para bajar la estigmatización de ladrones con mala presencia, hecha por los medios de comunicación, han optado por cambiar su ‘look’, para así confundirse entre la población. Además, “tienen un alto desarrollo en el conocimiento psicológico. Eligen a sus víctimas tomando en cuenta su vulnerabilidad”.
A eso se debe que generalmente escogen a personas de la tercera edad para delitos conocidos como el paquetazo. Tatiana fue víctima de esto. Ella les dio USD 1 000. A cambio le ofrecieron un paquete de libras esterlinas que al final solo fueron un montón de papeles. Ella no quiere denunciar el caso, pues tal fue la “amabilidad” de los delincuentes que hasta le dejaron en la puerta de su casa.
Teme represalias, pues conocen su dirección.
Aquí no hubo violencia. Esta información también es parte de las estrategias de los delincuentes, pues la pena es mayor cuando hay agresión.
Daniel se encontró con uno de estos ladrones en las afueras de su universidad. A las 20:00 salía de clases. Se topó cara a cara y le dijo lo siguiente: “Buenas noches, tenga la bondad, entrégueme su mochila”. No se resistió. Pero dentro de la maleta tenía un libro de la biblioteca. Por eso le pidió al ladrón que le permita sacarlo. Él accedió. Daniel retiró el libro y al final se fue. Ahora, esta víctima reflexiona y dice: “Solo le faltó decirme fue un placer trabajar con usted”.
Pero estas pueden ser excepciones. De manera periódica, Guillermo del Castillo trata con ladrones y delincuentes. Es psiquiatra y profesor universitario de psicología jurídica. Su carrera le permite concluir que “ahora los ladrones ya no son pasivos ni humildes. Son agresivos, con apariencia de solvencia, bien vestidos y con una forma de hablar impactante. A veces dan la impresión de caballeros y esto les ayuda para cometer sus fechorías. Los estafadores son tan hábiles que hasta los psicólogos están atentos a sus historias”.
También sabe que no actúan solos y que cuando llegan a viejos pueden dejar el robo directo para convertirse en campanas, es decir, aquellas personas que alertan a sus compañeros. Los policías cuentan que, sin embargo, se cuidan de no superar los tres miembros para no ser catalogados como pandillas.
Es decir, evitan ciertas circunstancias que agraven su situación. Conocen, por ejemplo, que si se les encuentra con un arma, la pena puede ser mayor, al igual que si asesinan a alguien. Algunos, además, utilizan a menores de edad. Antes era muy usual que las ladronas se aprovechen de su embarazo para cometer delitos. Podían librarse de la pena por su estado. Pero hoy esto ha caído en desuso.
El sociólogo Paúl Bonilla cree que los ladrones ya no son como antes, como tampoco lo es la sociedad. “Anteriormente era habitual el robo de relojes. No robaban celulares, porque no había. Ahora con los avances tecnológicos, es un artículo muy apetecido. Hoy, prefieren objetos que pueden llevarse con mayor facilidad como joyas, dinero, portátiles. Pocos son los ladrones que quieren refrigeradoras, por ejemplo”.
El delincuente no se apasiona por un artículo específico. “Él no se hace lío. Su función es robar y salir. Son muy prácticos”, precisa Valverde.
Juan, el accesorista de 29 años que roba partes de carros, corrobora esto: “Yo siempre busco vehículos que tengan un buen modelo de radio. Pero me gustan los que son más fáciles de robar. Les abro con un desarmador plano. El movimiento que se hace para abrir depende del carro. Mis amigos también me enseñan otras formas para hacerlo”.
El tiempo libre que tienen los ladrones y la observación crean estas nuevas técnicas.