Redacción Siete Días
Cuando Aleida Mancini abre la puerta de su departamento, una sonrisa atraviesa su rostro. Dentro del lugar, el visitante siente un aire de tranquilidad y equilibrio.
En este hogar no fue difícil conjugar la tradición japonesa de su esposo, Shiro Kikuchi, con sus costumbres enraizadas en suelo guaraní, (Aleida Mancini nació en Paraguay, hace 55 años). En esta adaptación mutua contó mucho el similar apego por la familia que se vive en las dos culturas.
Justamente, dentro de su entorno familiar encontró la afición de coleccionar figuras de animales en miniatura. Hace 10 años, su hija Harumi seguía con sus ojos fascinados los múltiples colores de las figurillas; fue entonces cuando Mancini los empezó a reunir, los prefirió pequeños para movilizarlos con facilidad durante los constantes viajes que realizan por el trabajo del señor Kikuchi, quien trabaja en Cooperación Técnica. Ahora mantiene cerca de
2 400 ejemplares.
En la serie se incluyen representaciones de gatos, cerdos, cocodrilos, perros, las más diversas aves, los que conforman el horóscopo chino y algunos animales mitológicos. Entre ellos se encuentra un kappa, una criatura del folclor japonés cuya leyenda lo caracteriza como habitante de lagos y ríos. Cientos de historias giran alrededor de este ser.
También son muchos los materiales que los constituyen: madera, cristal, greda, metal, mazapán, tagua, porcelana y de distintas piedras como el jade, la malaquita o el lapislázuli. El primero de su colección es un minúsculo cerdo de barro, en tonos ocres.
Todos los ejemplares son artesanías de distintos lugares. Los de México tienen un diseño característico en el dorso de la figura. Los de Japón son los más pequeños, algunos como la cabeza de un alfiler. Los de Ecuador son coloridos y detallados. A ellos se suman los de Chile, El Salvador, Guatemala, Colombia, Argentina, Alemania…
Mancini los compra como recuerdos de viajes o se los regalan por alguna celebración. “No me interesa tanto la cantidad, sino que realmente me gusten”, dice, mientras observa las repisas donde los tiene acomodados. El orden de ubicación de los ejemplares obedece al estado de ánimo de su propietaria, a veces los reúne por su especie, por el material, por el color o por el tamaño.
A pesar de que, de vez en cuando, algunos se rompen aminorando la cantidad de la colección. Cada uno de ellos evoca un momento de su vida. Mancini recuerda dónde los consiguió, con quién estuvo en ese instante e incluso los pensamientos que tuvo cuando observó a la pequeña figura por primera ocasión.
Su ocupación de ama de casa le permite observar la serie las veces que quiera y mantener a cada ejemplar limpio y en el lugar indicado. Su afición por coleccionar también se extiende hacia otros objetos como escarapelas, máscaras, imanes, platos o muñequitas.