Redacción Siete Días
El dióxido de carbono (CO2) emitido por la actividad humana es uno de los principales responsables del efecto invernadero. Para evitar que llegue a la atmósfera, científicos de diferentes países prueban diversas tecnologías que permitan capturarlo y almacenarlo en el mar o bajo tierra.
El proceso pasa por la captura del CO2 antes de que salga a la atmósfera, separarlo del resto de gases y elementos, convertirlo en líquido e inyectarlo a gran presión en formaciones geológicas o en el mar, donde podrían quedar enterrados durante millones de años.
España, Inglaterra, Canadá, Holanda, Alemania, Noruega y Australia son algunos de los países en los que este método, que a corto y largo plazo ayudaría al medioambiente, ya está siendo evaluado o utilizado.
La captación y almacenamiento de dióxido de carbono en el subsuelo es quizás una de las soluciones a corto plazo más prometedoras en lo que respecta a la estabilización y reducción de la concentración de CO2 en la atmósfera. Aunque potencialmente costosa, la tecnología, actualmente, está disponible y está siendo utilizada ampliamente en las industrias del gas y el petróleo.
Algunos ‘peros’
El problema de la puesta en marcha de este sistema reside en que necesita un incentivo. Es decir, puede utilizarse el carbono de forma natural en bebidas gaseosas pero no tiene ningún beneficio para el empresario enterrarlo y nada más.
Sin embargo, en algunos países como Noruega el almacenamiento ha sido un éxito, debido al impuesto existente de 50 euros por tonelada de CO2 emitida.
En Ketzin, Alemania, la empresa petrolera Shell está coordinando el monitoreo del almacenamiento subterráneo de CO2 como una parte clave del proyecto CO2SINK. Este es un proyecto industrial conjunto entre 18 compañías e institutos de nueve países diferentes que tienen como propósito desarrollar las bases técnicas de almacenamiento inyectando CO2 en un acuífero salino.
En junio de 2008, el proyecto se convirtió en el primero en Europa para inyectar CO2 en la costa. A comienzos de 2009, unas 8 000 toneladas de CO2 de alta pureza fueron inyectadas bajo tierra.
Dentro de los primeros dos años, el volumen total será de cerca de 60 000 toneladas, equivalentes al dióxido producido por 30 000 automóviles por año.
La ciudad portuaria holandesa de Rótterdam es otra de los que se unieron al club de la nueva tecnología. Desde 2008 ya existe el plan para capturar y almacenar el CO2 en grandes cantidades.
Maarten de Hoog, miembro de la dirección del Servicio Medioambiental de Rijnmond, Holanda, dice que los gases invernaderos se almacenarán y, por ende, no se liberarán en la atmósfera.
“El depósito puede estar en yacimientos vacíos de gas y petróleo. En primer lugar pensamos en los campos de gas en el Mar del Norte, donde existe una importante capacidad, más teniendo en cuenta que los yacimientos petrolíferos y de gas están casi agotados. Allí podremos almacenar en el futuro el dióxido de carbono”.
El almacenamiento subterráneo de CO2 a grandes profundidades podría reducir entre un 20 y un 40% de las emisiones de CO2 de aquí al año 2050, según un informe realizado por el grupo consultor de la ONU.
“Aunque las soluciones más importantes para la lucha contra el calentamiento global y el cambio climático vienen de buscar fuentes de energía más limpias y eficientes, este informe demuestra que capturar y almacenar dióxido de carbono puede suponer una ayuda extra a esas energías”, aseguró Klaus Toepfer, director del programa de medioambiente de la ONU (PNUMA).
La captura y almacenamiento de CO2 en tierra y en el mar se ven como una forma eficaz de mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Las capas subterráneas de gas natural, donde irá a parar el CO2 son –en opinión de Maarten de Hoog- ideales para el almacenamiento permanente del gas invernadero, porque jamás hay filtraciones:
“En esos yacimientos hubo gas natural durante millones de años y ese gas ha estado siempre bajo gran presión. Con lo cual queda demostrado que el gas permanecerá allí. Desde ya hay que hacer la aclaración que el gas invernadero no es lo mismo que el gas natural, por lo que se debe actuar con cautela. Por eso llevaremos a cabo proyectos demostrativos para asegurarnos de su permanencia”.
Sin embargo, no todos están de acuerdo con esta forma de evitar el efecto invernadero y los defensores medioambientales dicen que la solución está en la búsqueda de nuevas fuentes energéticas renovables.
Además, advierten que el CO2 acumulado es un peligro para futuras generaciones, ya que una fisura de los almacenes desplegaría abundantes cantidades del gas que dañaría instantáneamente al clima terrestre.
Para Greenpace, el almacenamiento subterráneo de CO2 es un salvavidas que tratan de poner en marcha las industrias de los combustibles fósiles para mantener su actividad en un contexto de creciente preocupación por el cambio climático.