Eduardo Jiménez
La falta de educación en el uso y protección del segundo recurso natural más preciado, luego del aire, tiene implicaciones graves, pues el agua no solo es para consumo humano directo, es indispensable en la producción de alimentos y muy importante en una infinidad de procesos industriales, incluyendo construcción. Amén de ser el medio natural de una variada fauna que provee de alimento.
La disponibilidad de agua se reduce por la imperiosa necesidad de preservar los cuerpos de agua dulce. No se puede asumir que la precipitación total sobre el territorio o que las fuentes de agua subterránea son aprovechables para el ser humano solamente.
Los ríos y lagos deben mantener sus niveles, pues son ecosistemas. El ser humano con su alta demanda debe ser eficiente: el agua que se toma de la naturaleza debe ser devuelta tan limpia como sea posible.
Adicionalmente, la contaminación que se vierte en los ríos y lagos tiene un efecto multiplicador, porque imposibilita el uso de un volumen mucho mayor con el que cuenta el cuerpo de agua dulce. Hay contaminantes que aun con baja concentración de vertido son capaces de malograr cuantiosas cantidades de agua fresca.
Es imprescindible que como política de Estado se mantenga una campaña de educación sobre normas de uso, conservación y tratamiento de agua.
Es simplemente inconcebible que en el siglo XXI, la mayoría de municipalidades vierta agua sin tratamiento, en plena contraposición con la ley.