Marco Arauz Ortega. Subdirector
Los técnicos de fútbol suelen confesar que a veces no les faltan ganas de saltar a la cancha cuando ven que sus dirigidos no hacen su papel. Pero no resulta difícil imaginar lo patético que podía haber resultado que Jorge Fossati decidiera ponerse los guantes e ir al arco en lugar de Alexander Domínguez o de José Francisco Cevallos.
Una sensación parecida es la que produce leer al asesor y estratega Decio Machado cuando utiliza un espacio en el supuesto diario público para lanzar un ‘Yo acuso’ a nombre de sus asesorados. ¿Talvez hay ausencia de goles en el equipo, al punto que el estratega tiene que salir a tratar de hacerlos, por el solo hecho de creerse dueño del balón?
Quizás se trata de un anticipo del anuncio del Secretario de Comunicación en el sentido de que, desde 2010, los ministros podrían escribir en ese diario. Nada mejor que el ejemplo de Machado, no tanto en función de su trayectoria como articulista, sino en función de un objetivo político.
A un asesor de tal influencia, al punto de que es parte de la alta estructura gubernamental, más bien le cabría orientar en el uso democrático de los medios públicos. Nada más recomendable -si se quiere que El Telégrafo sea tal- que el equilibrio y la transparencia en el uso de sus espacios y finanzas. De lo contrario, seguirá pasándole lo mismo que al canal incautado que perdió el primer lugar del ‘rating’ al pasar al Gobierno.
En lugar de salir a acusar, el asesor más bien debiera acusar recibo del desgaste causado por el manejo unilateral de la comunicación. Al fin y al cabo, para eso es el estratega.