Acontecimiento cultural de primer orden la inauguración de la Biblioteca Jacinto Jijón y Caamaño de la centenaria Academia Nacional de Historia. Es lo que le faltaba a la noble institución: en su precioso edificio, un centro de información bibliográfica sobre historia ecuatoriana en particular, con la utilización de tecnologías modernas. Al momento, una base de datos que cuenta con más de 10 mil títulos, lo que representa el 80 por ciento de un empeño cumplido, faltando por ser procesados 2 mil más, aparte de 3 mil publicaciones periódicas que conforman su hemeroteca.
Es la obra palpable del actual director de la Academia de Historia Juan Cordero Íñiguez. Este ilustre cuencano viene a sumarse a esos académicos de alto nivel cultural que le antecedieron: Jacinto Jijón y Caamaño, Carlos Manuel Larrea, Jorge Salvador Lara. Con la particularidad que con ellos comparte el amor por la patria y la devoción por los libros. Claros representantes en nuestro país de la civilización: el mayor de sus desvelos ha sido crear bibliotecas magníficas como la de Cordero Íñiguez, en Cuenca, con más de 40 mil títulos, uno más de los bienes preciosos de una hermosa ciudad.
Si, su amor y sus desvelos por la patria. Jijón y Caamaño fue quien amplió las fronteras de nuestra historia en miles de años con sus investigaciones arqueológicas. Nadie como Carlos Manuel Larrea en valorar las publicaciones científicas de sus compatriotas, y más las que aludían al conocimiento del espacio geográfico ecuatoriano por la simple razón de que nadie ama y defiende lo que no conoce. Para don Carlos Manuel los mejores soldados de la patria debieron ser sus geógrafos, sus botánicos, sus geólogos. A Salvador Lara le correspondió estrechar filas en ese nacionalismo que levantó cabeza cuando a la patria ecuatoriana, humillada despojada y ofendida, inclusive se insinuó negarle su derecho a existir. En la gran obra del historiador Jorge Salvador todo apunta a cimentar nuestra identidad como nación y como patria. Razonamientos sustentados en evidencias le llevaron a Juan Cordero Íñiguez a sostener que la nuestra es una gran nación dentro del contexto andino e iberoamericano. De que nuestra nacionalidad, la única, es producto de una historia intercultural de integración temporal y espacial, en la que los pueblos aborígenes, el Incario y la presencia española contribuyeron a lo que actualmente somos: un pueblo de signos mestizos, indígenas en buena parte de nuestro pasado. Ahí está la estupenda obra de Juan Cordero: “Historia de la Región Austral del Ecuador desde su poblamiento hasta el siglo XVI”, 3 volúmenes en gran formato.
Se halla en circulación el nro. 184 del Boletín semestral de la Academia Nacional de Historia. Qué admirable, un empeño mantenido ininterrumpidamente por más de cien años.