Desde hace cinco años el actual Régimen viene reforzando el Bono de Desarrollo Humano (BDH) como uno de sus estandartes de lucha social, 368 ecuatorianos se han registrado a diario como beneficiarios de este subsidio.
Esto lo ha ubicado como uno de los primeros países de la región en llegar al 100% de pobres y cubrir más de la mitad del déficit de ingreso de los indigentes.
Pero tras 14 años, desde su creación como Bono Solidario, adolece aún de una falta de monitoreo permanente que permita medir los indicadores relacionados con la pobreza y la consecuente salida de la gente del programa.
El aumento de 662 458 beneficiarios, desde el 2007 hasta septiembre pasado, corresponde en gran medida a personas con discapacidad y adultos mayores, que no están cubiertos con la Seguridad Social (ver cuadro). La Constitución establece que deben recibir una pensión mínima.
Nathalie Cely, embajadora en EE.UU., y una de las artífices de la creación de este programa, en el gobierno de Jamil Mahuad, en 1998, explicó que en ese entonces se decidió entregar al 40% más pobre de la población y en el 2007 se amplió al 100%.
Desde su inicio fue concebido como un bono temporal y sin condiciones, para proteger el consumo mínimo de los más pobres, por la pérdida del poder adquisitivo de su ingreso y el desempleo, que se agravó en 1999-2000.
Desde allí hasta acá ha sufrido seis mutaciones de fondo y forma, según los objetivos del gobierno de turno. En el 2003, con el ex presidente Lucio Gutiérrez, se incluyeron dos condiciones: que los niños de hasta 6 años acudan a chequeos médicos y que los de 6 a 16 años asistan a clases.
Pero el seguimiento del cumplimiento de estas condiciones al 100% de beneficiarios sigue siendo una debilidad hasta hoy. El informe latinoamericano ‘Pobreza y desigualdad 2011’ concluyó que el país no cuenta con un sistema de monitoreo para verificar el cumplimiento de condiciones.
El Programa de Protección Social (PPS) hace énfasis en actualizar el número de beneficiarios, pero no publica cuántos han salido del programa, porque superaron la condición de pobreza.
En términos generales, el Ministerio de Coordinación de la Política Económica registra que la extrema pobreza se ubicó en 9,4% a junio pasado, mientras que a diciembre del 2006 era del 16,9%.
Aunque el asambleísta Marco Murillo cuestiona que al relacionar el 1,2 millones de beneficiarios -sin tercera edad y discapacitados-, con la población total, representaría 12% de pobreza.
El enfoque del bono, en gran medida, se ha centrado en el monto. En el 2007 se duplicó (pasó de USD 15 a 30); en el 2008 se realizó una encuesta con la cual se sacó a quienes no vivían en pobreza; en el 2009 subió USD 5 y para enero del 2013, el presidente Correa ofreció USD 15 más.
En la región, el país es elogiado por el valor de la transferencia, la cual representa 1,1% del PIB, pero en países como México, el éxito de su programa se mide a través de indicadores que muestran cómo las condiciones de vida mejoran y están listos para dejar el plan condicionado. Se controla al 100% de beneficiarios y el dinero no se da hasta comprobar que se cumplan las condiciones.
Brasil está considerado el más adelantado en este tema, pues hace censos cada tres años, que cuestan USD 90 millones, lo cual resulta oneroso para otras naciones.
Los expertos consultados y Murillo coinciden en que el programa requiere de políticas que detallen cómo superar la extrema pobreza para no condenar a los beneficiarios a la condición de mendigos de por vida.
Asimismo, considera que falta establecer reglas claras de entrega del bono y fórmulas para medir el impacto que tiene. Con la entrega de créditos por parte del Banco Nacional de Fomento a los beneficiarios del bono, se busca que se formulen emprendimientos. Este Diario pidió un detalle de los efectos, pero el personal de Comunicación dijo que no tenía esos datos. Y del mismo modo el PPS no respondió sobre este tema.
Las mediciones de impacto son claves, por ejemplo, cuando la matrícula de educación primaria ya es alta, el gasto de imponer condiciones y el monitoreo superan los beneficios en términos de costo-impacto, según el balance que hicieron NN.UU. y Cepal a las experiencias de 17 países, el 2011.
En Ecuador el índice de asistencia escolar en la educación básica está en 95%, no así en la secundaria, que no supera el 60%. Este efecto poco significativo en la educación se debe a que hay otros programas estatales (textos, uniformes, alimentación gratuitos) que incentivan el interés por estudiar. A esta conclusión llegó Cristian Cabrera, en una investigación de la U. Técnica de Loja.
El economista Xavier Andrade explica que los costos de seguimiento son elevados y lo que han hecho los gobiernos es depurar la lista, vía requisitos. “Falta perfeccionar el monitoreo para que no se den casos de personas que cobran sin necesitarlo o de quienes no han logrado superar sus niveles de pobreza, por años”.
TESTIMONIOS
Rosa Jadán
Beneficiaria
‘Ayuda, pero no alcanza’
Ya cojo el bono unos seis años. Me sirve para los gastos de la escuela de mis cuatro hijos, todos estudian. No me alcanza, porque hay gastos que nos piden a diario en las escuelas, tantas vainas que piden ahí. Soy madre soltera. No soy de las que cojo el bono y me quedo sentadita en mi casa, porque con el bono no me alcanza. Trabajo en una casa y hasta los fines de semana tengo que darme modos para salir a vender algo. Vivo en San Vicente de Chaguarquingo. Sería bueno que el bono den para quienes realmente necesitamos.
Gloria Lozano
Beneficiaria
‘Es para mis siete hijos’
Yo cobro el bono desde hace unos tres años. Cuando yo vivía en La Libertad
los señores del Gobierno subieron a mi casa a decirnos que si nos queríamos inscribir en esto. Ahora vivo en El Camal. Llenamos una inscripción y luego nos dijeron que esperemos hasta que salga. No me acuerdo cuánto espere para que me dijeran que sí. La plata que me dan la utilizo para mercadería que vendo en el Mercado Mayorista. Con lo que sale, les ayudo a mis siete hijos hasta donde me alcanza, ya que mi marido me fue botando.