Redacción Quito
En el interior de los túneles San Juan, San Roque y San Diego no se puede conversar. Ayer, a las 10:45, los 30 obreros que pegaban baldosas blancas en las paredes trabajaban cubiertos sus rostros con bufandas, mascarillas, tapones de oído y cascos. La medida de seguridad la completan los chalecos verdes y tomates.
Los obreros trabajan en pareja. El que pega la baldosa es el albañil y tiene la colaboración de un ayudante que prepara el cemento. Otros, en cambio, pican las paredes con combos y cinceles. Entre los trabajadores hay historias curiosas. María Laura Huasha, por ejemplo, es ayudante de albañilería de Alberto Rea, su esposo. La pareja llegó hace un mes y medio desde Guaranda para trabajar en la remodelación de los tres túneles.
Los trabajos
Según la Emmop, en los trabajos se cambia el sistema eléctrico, de televisión, cableado y se repara el recubrimiento de las paredes en los tres túneles.
Cuando se cierran los túneles se recomienda circular por rutas como la av. Velasco Ibarra, La Marín, ingresando por la av. Pichincha, o la calle 5 de Junio.En el interior del túnel San Roque, a las 11:00, había una densa capa de humo. El esmog de la última semana convirtió en negra la bufanda blanca de María.
Ella se retira la prenda para hablar. “Tenemos tres hijos que viven allá (Guaranda). Estamos viviendo en el sur. El trabajo aquí es difícil por la contaminación de los buses y el ruido de los motores”.
Para poder dialogar en el interior del túnel con los obreros, además, fue necesario sacarse la mascarilla. Pero Alberto Masabanda no lo hace porque el humo de los buses -dijo- le causa dolor de garganta. Masabanda es otro guarandeño del sector Cuatro Esquinas que empezó a trabajar en la obra hace un mes.
El diálogo con Masabanda se interrumpía a cada instante por el sonido de los motores de buses urbanos que cruzan el túnel con la puerta cerrada.
Al paso de cada bus sale humo negro de los escapes. El hollín se impregna con facilidad en la ropa, en los materiales de construcción y en las barandas. Los vehículos pequeños circulan lentamente. Todos pasan blindados, con los vidrios subidos.
La tarea de los obreros empieza todos los días a las 07:30 y termina pasadas las 16:00. Luego de dos horas de trabajo, adentro del túnel, los obreros salen a respirar durante 10 minutos. Cada semana se rotan los turnos en el día y en la noche. Desde las 21:00 hay otro grupo de obreros.
José Simbaña, un albañil quiteño con 30 años de experiencia y jefe de los obreros, explicó que las tareas son más difíciles durante el día. “En horas pico es lo más difícil. Casi no se puede respirar. Aquí trabajan, en los dos turnos, 130 personas”.
Simbaña dijo que la mayoría de trabajadores, unos 80, es guarandeño. El resto es de Riobamba y otras ciudades. Los obreros ganan USD 80 a la semana y los ayudantes USD 70. Cuando trabajan en el turno de la noche ganan USD 105. Las tareas se efectúan de lunes a viernes.
Hugo Caibe, de 18 años, es uno de los pocos quiteños que se dedica a preparar cemento y mover los cartones de baldosas por los pasillos del túnel.
Los USD 280 que gana cada mes, gasta comprando ropa y apoyando en la economía de su hogar. “Lo pesado es el ambiente de trabajo. No se puede respirar bien. Cuando hace calor es sofocante el ambiente”.
En el interior de los túneles están instalados ventiladores grandes, pero todavía no funcionan. Simbaña contó que en la obra están incluidos electricistas, pintores y los albañiles. Cada uno cumple su función entre el bullicio de los motores.