Los vigilantes se reúnen en la plaza Foch para recibir
información de sus supervisores antes de empezar su labor. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Nada causa más preocupación que dejar el auto estacionado en la calle a cargo (en realidad, a merced) de un ‘cuidador’, que al final nunca responderá por el retrovisor arrancado, el cerebro sustraído, la radio desaparecida…
Los propietarios de los locales de La Mariscal decidieron organizarse para prescindir de los ‘cuidadores’ que ahuyentaban a los visitantes. Empresarios y vecinos optaron por un nuevo sistema de vigilancia que opera durante la noche y, dos meses después, anuncian resultados alentadores.
Quienes pasen por la plaza Foch a las 17:00 se encontrarán con 25 personas, vestidas con pantalones grises y chompas negras, alineadas y escuchando órdenes de un supervisor.
Después, se ubicarán en sus puestos dentro del perímetro de la av. 6 de Diciembre, José Calama, av. Amazonas y Presidente Wilson, la zona ‘caliente’ de La Mariscal. Todos están comunicados a través de una frecuencia de radio, por donde avisan si observan algún comportamiento sospechoso o si necesitan apoyo.
Juan Baquerizo, propietario de un restaurante de la zona y miembro de la comunidad de La Mariscal, explica que hace dos meses iniciaron con este sistema y que les ha dado resultados positivos. La falta de control de los parqueaderos durante las noches contribuía a la percepción de inseguridad con la que se le ha asociado a este sector y ahuyentaba a los antiguos y nuevos visitantes.
Ese fue el caso de José Félix Bravo. El quiteño de 28 años recuerda que al salir de una discoteca, aproximadamente a las 02:00, un hombre se le acercó y le exigió que le entregara su dinero. Le dijo que había llegado recientemente a la ciudad y “necesitaba la plata”.
Él le dio una moneda, pero este le insistió que necesitaba más.
Bravo estaba con sus dos hermanas menores, por lo que decidió no ponerlas en riesgo y le entregó lo que tenía en sus bolsillos. Todo esto sucedió en presencia de quien se suponía estaba cuidando el vehículo.
La comunidad estaba consciente de los peligros que significaba este tipo de vigilancia en las calles. Por eso, lo primero que hicieron fue retirar a los cuidadores de las vías.
Con la ayuda de la Policía comunitaria se realizaron análisis de antecedentes penales y se dieron cuenta que no eran aptos para esta labor.
Después, se evaluó de la misma forma a los nuevos vigilantes para asegurarse de que podían entregarles esta responsabilidad.
Durante 12 horas, están alertas ante cualquier irregularidad. Hay ocasiones en las que deben detener peleas, levantar gente en estado etílico o reportar comportamientos inusuales
a la Policía, cuenta ‘El Tigre’, uno de los supervisores que labora encubierto.
Este sistema genera a la comunidad un gasto mensual de alrededor de USD 20 000. A pesar del costo, Galo Benítez, uno de los propietarios del bar Café Democrático, dice que implementarlo fue la única opción ante el deterioro que estaba sufriendo el sector.
Espera que las autoridades presten atención a la problemática de esta zona turística.
En lo que va del año, se contabilizan 27 robos de bienes, accesorios y partes de vehículos, mientras que en el mismo período del 2015 hubo 70. Además, el robo a personas cayó de 107 a 78.
Para Víctor Herrera, comandante del Circuito La Mariscal, las personas ahora se sienten más seguras en las noches, pero recuerda que esto no se debe atribuir solo a los vigilantes. Es todo un trabajo que se ha realizado por más de seis meses en toda La Mariscal.
Se han instalado botones de pánico y hay mayor contacto con la comunidad a través de un chat, donde los miembros pueden reportar cualquier incidente. También se habilitó una nueva UPC para coordinar acciones con rapidez.
En contexto
La comunidad de vecinos y empresarios de La Mariscal se han organizado para combatir diferentes problemáticas que afectan a la zona, como la recuperación de predios abandonados. Para esta labor recibieron el apoyo de la Policía Nacional.