Decían los antiguos sociólogos -anterior a los vagos- que en América Latina para formar un partido político era necesario un presidente, un secretario y un timbre y que algunas veces solo era indispensable el timbre.
Otros, con perversidad, decían que para que una revista subsista en el país era necesario superar el cuarto número. Con esos antecedentes tan ácidos y pesimistas, evaluar la labor de Cordes, que cumplió 25 años, resulta alentador y motiva algunas observaciones.
Se desarrolló en una época en que las fundaciones dedicadas a la investigación y difusión de estudios sociales eran mal vistas y hasta perseguidas.
Eran tiempos en que había gobernantes represivos, aunque no tan atrabiliarios como los actuales.
Estos, como dijo un vecino de un comité recién formado, son como loros enloquecidos, por vivir en un árbol cercano a enormes campos petrolíferos o importantes yacimientos de rico mineral.
Sus principales dirigentes -los de Cordes- nacieron de la vertiente de la Democracia Cristiana, pero la rigurosidad académica de sus estudios los protegió de la dependencia y desaparición política del partido.
Por eso, la celebración de los 25 años de Cordes fue una ocasión para que el país compruebe la falta de preparación o actualización en temas sociopolíticos y, además, para que fuera testigo de dos hechos importantes.
El primero fue la conferencia del politólogo Ernesto Ottone, ex presidente de las juventudes comunistas de Chile y asesor principal del ex presidente de la República, Ricardo Lagos.
El centro de su intervención versó sobre las dos tendencias predominantes en América Latina: un centro democrático, progresista y de grandes objetivos sociales, y lo que denomina ‘un populismo refundacional’: todo va a ser nuevo, el pasado no vale, hay que tener muchos recursos y asegurar la reelección.
Por cortesía diplomática el conferencista evitó referencias al Ecuador. No quiso opinar, o siguió la prudencia de un cirujano ante un caso de pronóstico muy reservado.
El otro hecho fue la ausencia en el acto de ciudadanos de la socialdemocracia y la izquierda marxista racional.
Con seguridad Cordes y su principal dirigente, el doctor Osvaldo Hurtado, hubieran reconocido ese gesto de cortesía y altivez; pero la mayoría de los asistentes no gobiernistas lo habría considerado mucho más.
Todo esto es una muestra de madurez política y de los primeros signos de resistencia concertada ante la larga noche autoritaria que nos cubrirá. A Cordes, como a otras instituciones, se la debe evaluar no por sus años, sino por sus productos.
¿Tienen el nivel académico adecuado, son o no dogmáticos, sus fuentes son plurales? En último término, ¿vale la pena que dure otros 25 años más?