Margarita Orellana, de Dharma Yoga, enseña a Ariel, de 4 años, la postura
denominada ‘El Guerrero’. Foto: María Isabel Valarezo/ El Comercio.
El primer paso es relajar el cuerpo y aflojar los hombros, cuello, rodillas, tobillos y muñecas. El yoga es una actividad que permite a los niños calmar sus emociones y mejorar su coordinación mediante el desarrollo del cerebelo.
Ariel, de 4 años, lo sabe muy bien. Él realiza estas actividades junto con su madre, Margarita Orellana, creadora de Dharma Yoga, en Quito. Después de un día de escuela, estas actividades son ideales para que los más pequeños se relajen y creen una conexión entre la mente y el cuerpo. Además, son una estrategia para combatir la hiperactividad y el déficit de atención ya que incluye ejercicios físicos, técnicas de respiración y meditación.
‘El perro mirando abajo’ o ‘El guerrero’ son algunas de las posiciones favoritas de los niños durante las clases de yoga.
Orellana dice que la estrategia de ponerles nombres de animales ayuda a que los niños las recuerden y las realicen sin ningún problema. Incluso se incorporan sonidos de animales.
Cada postura tiene un efecto sobre las glándulas y los órganos del cuerpo. Por ejemplo, la posición de ‘La vela’, en la que el niño se acuesta y levanta los pies y la cadera, trabaja sobre la glándula pituitaria y la sobre la tiroides, que es la que estimula la hormona del crecimiento.
Una de las ventajas del yoga en los niños con hiperactividad es que les ayuda a ser más conscientes de su propio cuerpo, ya que suelen tener conciencia de todo lo que les rodea, pero no de su propio ser. Por ello, mediante estas clases se les enseña a sentir su propio cuerpo y a no distraerse con lo que tienen a su alrededor.
Para Margarita Orellana, estas sesiones se deben realizar en compañía de los padres. El objetivo es crear un hábito familiar para que las posturas sean replicadas en casa. Además, los niños sienten que este es un espacio que les permite forjar un vínculo con sus padres.
La alineación del cuerpo de los pequeños depende de los golpes emocionales que han recibido. Esto genera malas posturas que, si no se corrigen a tiempo, pueden causar escoliosis y problemas más complicados.
Por ello es importante realizar estas sesiones de yoga no solo con el fin de mejor la capacidad de atención sino de corregir la postura y fortalecer el cuerpo, por ejemplo la parada de manos, o como los niños la denominan ‘Spiderman’, fortalece los hombros, la espalda y el pecho.
Durante las clases se manejan tres tipos de respiración: la completa en la que intervienen las costillas, el abdomen y el pecho (en la medida en que la vida golpea emocionalmente a la persona se pierde estas capacidades de respirar); la respiración alterna, que ayuda a equilibrar la energía; y de acuerdo con el grupo se trabaja el tipo de respiración bhastrika que purifica la sangre.
Camila Andrade realiza yoga los fines de semana junto con su hija Emilia, de 5 años. La niña fue diagnosticada con hiperactividad. Actualmente acude a terapias con una psicóloga pero las complementa con estas clases. “Desde que hace yoga mi hija está más tranquila y realiza las tareas en la casa de forma ordenada”, dice Andrade.
Para finalizar la clase, los niños realizan relajación con la ‘Postura del muerto’ -como la llaman los pequeños-, pero en realidad se denomina ‘Cadáver-savasana’ (está destinada a rejuvenecer la mente y el espíritu). Los niños, al estar acostados, se imaginan una burbuja de luz que les ayuda a trabajar el miedo.