Los laboratorios de biología están junto a las aulas, en lo que fue la hacienda San José. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Cientos de jóvenes recorrían los pasillos con sus computadoras portátiles o tabletas. Allí revisaban fórmulas matemáticas. Otros, con mandiles blancos, se acercaban a los laboratorios de biología, que se construyeron junto a las aulas.
En las residencias, en donde vive el 95% de alumnos, algunos leían previo a ingresar a sus clases. Ese era el ambiente en la Universidad Yachay Tech, el pasado pasado viernes 30 de junio de 2017; falta un mes para el fin del semestre, el 4 de agosto.
Esta es una de las cuatro universidades emblemáticas, creadas en el 2010. Allí hay dormitorios para los estudiantes. Son 1 010 jóvenes, y la mayoría es de Pichincha. Durante junio hubo inquietud entre profesores y alumnos. Las razones: críticas por ‘latisueldos’, planteadas por Augusto Barrera, secretario de Educación Superior. Y la salida de seis autoridades académicas por políticas de austeridad.
Su rector, Carlos Castillo Chávez, argumentó que era un grupo de decanos y subdecanos que no quería dar cátedra. Así ahorrarían USD 2 millones anuales. Su presupuesto es de 15 millones este 2017.
La reacción evidenció las diferencias entre integrantes de la Ciudad del Conocimiento. Héctor Rodríguez, gerente general de Yachay Empresa Pública, opina que si bien la universidad es uno de los corazones del proyecto, no es el único y no ve bien que se saque a ‘científicos ganchos del proyecto’. “No es un elefante blanco sino una plataforma empresarial, el esfuerzo es para que empresas como IBM confíen en el desarrollo tecnológico”.
Esta ‘ciudad’ tiene 4 800 hectáreas, divididas en cuatro zonas. La del Conocimiento llega a 680, la universidad usa 47. La U. Central tiene 36 hectáreas. El presupuesto inicial era de 1 043 millones, para toda la ciudad. En el 2015, según Rodríguez, se redujo a 520 millones: 400 millones se han ejecutado. De eso, 240 millones provienen de créditos con China, con 15 años de gracia. El resto, del Fisco. La Empresa Pública, por los servicios de su parque tecnológico, ha ganado 52 millones y otros 150 millones, en contratos con firmas privadas.
“Yachay no es un proyecto de educación superior sino productivo”, remarca Rodríguez, quien no reporta a Senescyt sino a la Empresa Coordinadora de Empresas Públicas. Barrera considera que debe haber un giro al proyecto, para tener como eje central a la universidad, que oferta 10 carreras. Busca que se articule más al sistema de educación.
Al debate incluso se sumó el expresidente Rafael Correa. Defendió a Paola Ayala, exdecana de Física y Nanotecnología. Con su salida, “perdemos USD 10 millones en donaciones de Japón y Alemania”, dijo.
Desde Urcuquí, Castillo -quien el viernes almorzaba con académicos estadounidenses- lo niega. Y respondió a Rodríguez, quien le pide predicar con el ejemplo, rebajándose el sueldo. Él gana USD 5 000 y el Rector, 18 126 mensuales.
En Estados Unidos, Castillo cobraba USD 27 000 y vino a Ecuador -anotó- porque creía en el proyecto y en lo que planteó Correa cuando se inauguró Yachay Tech, en el 2014. “Acá, lo político es más fuerte de lo que me imaginaba”.
Las puertas están abiertas -señaló- si es que los desvinculados deciden dar clases… Yachay Tech tiene 125 maestros. Todos con PhD y publicaciones en revistas indexadas. Hugo Romero Saltos imparte clases de biología. Sacó su doctorado en la Universidad de Miami y tiene 12 publicaciones. Fue coautor del libro de árboles emblemáticos del Yasuní. Junto a su esposa y tres hijos vive en la residencia universitaria. Su sueldo es de USD 4 424 y paga 370 al mes por una vivienda de tres dormitorios, baño y cocina. Con colegas estudia las variedades de la oca.
En el campus no se toca el tema de los profesores desvinculados. Pero ellos se defienden, desde Quito, en entrevistas. Así, la física Ayala asegura que quienes se quedaron registran la misma cantidad de ausencias y no dan clases. Esto frente al señalamiento del Rector, de que permanecieron el 71% del tiempo fuera de Urcuquí.
Otro desvinculado, Vladimiro Mujica, exdecano de Química, lleva 30 años de docencia y dice que no les consultaron si querían o no dar cátedra. Su despido -apunta- fue un día antes de la junta de Consejo Académico y por ‘e-mail’. Cree que se debió a su posición sobre la forma en la que se dirige la universidad. Y a la decisión de ampliar cupos, laboratorios, etc.
En general, los profesores que se quedaron están conformes, pero esperan que instalen los laboratorios. El PhD español Francisco Álvarez es maestro de genética de la Escuela de Ciencias Biológicas.
Por las noticias supo de las vacantes en Yachay Tech y participó. Vive en Urcuquí con su esposa japonesa y su hijo. Extraña las estaciones de otoño y primavera de Europa. Pero le gusta el pueblo. Aún anhela poder acceder a los laboratorios científicos.
En estos días de crisis, las actividades cotidianas de los alumnos no se han alterado. Pagan USD 55 al mes por ocupar departamentos amoblados, con dos habitaciones, en algunos hay literas. Existen sensores en cada puerta; sobre ellos colocan su huella dactilar y pueden ingresar. Se turnan para la limpieza del lugar.
Los chicos se juntan, según su ciudad de origen. Así lo hace el guayaquileño Juan Porras, de 20 años, quien cursa el cuarto semestre. Vive con dos coterráneos. Ellos se organizan y de acuerdo con la disponibilidad de tiempo preparan cebiche.